La capacidad de maldecir a las personas es algo que nos ha acompañado desde hace milenios, y no, no nos referimos a decirle alguna grosería a alguien, sino lanzar algún tipo de maldición que haga que la vida de la otra persona sea afectada.
Para muchas personas las palabras son lo bastante poderosas como para provocar cambios esenciales en la vida propia y ajena, para otras son necesarios ritos e invocaciones, pero para distintas culturas del mundo, la vista resulta suficiente para causarle mal a otros.
Los ojos también son ampliamente considerados como las ventanas de nuestro espíritu —sí, por más cliché que suene—. En el siglo VI y hasta el XII la religión católica consideraba que tanto ojos como boca y oídos eran los filtros para que una persona se contaminara o expresara su contaminación en términos diabólicos.
La creencia del poder de los ojos y la mirada es todavía más antigua que la de los católicos al inicio de la Edad Media, pues es posible rastrear esta creencia en numerosas civilizaciones antiguas en lugares como Mesopotamia, Egipto, Fenicia —en lo que ahora es Israel, Líbano y Palestina— y Grecia.
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Las bases del mal del ojo
Una constante del “mal de ojo” en todas las culturas es que una mirada maligna puede dañar tanto a las personas como sus pertenencias, siendo las más vulnerables las mujeres embarazadas, niños e incluso los animales. Otro supuesto daño que puede afligir esta creencia es apreciar las posesiones de otro, pues aunque se realice con la mejor de las intenciones, puede devenir en la ruina. Por ejemplo, en Escocia se acostumbraba a que cada que alguien elogiaba una vaca, debía beber un vaso de leche para intentar contrarrestar la maldición que había colocado inadvertidamente en el dueño del mamífero.
Relatos como este rebasan las fronteras y las líneas del tiempo, desde apariciones en el periodo clásico griego, al medioevo y tiempos más modernos también, según se explica en el libro The Evil Eye —El mal de ojo— de Frederick Thomas Elworthy.
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Nazar
Nazar es el nombre usual que se le da a la imagen que actualmente asociamos con el talismán contra el mal de ojo. Proviene del árabe que significa “ojo” o “vista”, aunque también se asocia con el nombre de mati, también “ojo”, pero en griego. La mayoría de los talismanes contra el mal tienen una característica en común: cuatro círculos en colores negro, blanco, azul claro o acqua y un azul mucho más oscuro en el extremo. Los círculos crean de esta forma un ojo, el cual se considera el mejor recurso en contra del mal de ojo… por más irónico que parezca.
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Amuletos aún más antiguos: precursores del nazar
Uno de los talismanes más antiguos que se han encontrado data del 3 mil 300 a. C. y fue descubierto en Tell Brak, una de las ciudades más antiguas de Mesopotamia en lo que hoy es Siria. Los amuletos más antiguos son denominados “ídolos de ojo” en su traducción literal y son los precursores del ojo que hoy conocemos.
Según el teólogo John H. Elliot:
«La teoría mejor sustentada asocia a estos ídolos de ojo con la veneración a la diosa Ninhursag, la diosa sumeria del nacimiento. Estos ídolos de ojos y la devoción de la diosa protectora de los nacimientos eran posiblemente relacionados con la creencia del Mal de Ojo, ya que los recién nacidos, infantes y madres en parto han sido consideradas especialmente vulnerables al Mal de Ojo en todas las culturas con Mal de Ojo».
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El Ojo de Horus
Uno de los amuletos más ejemplares y también precursores del nazar es el Ojo de Horus, que según la antropóloga cultural Migene González-Wippler, era un símbolo de protección y sanación, por lo que solía colocarse a los costados de los féretros, botes, así como un amuleto usado por vivos y muertos en el Antiguo Egipto.
En el Ojo de Horus se encuentra el origen del color del nazar. Característico por la tonalidad turquesa de la fayenza, una cerámica que, de acuerdo con la BBC, contiene un alto porcentaje de óxidos. «El cobre y el cobalto le dan el color azul al hornear [la cerámica]». Esa tonalidad de azul era asociado con el poder del sol, que era regenerativo, aunque esto no prueba que el ojo de Horus tuviera una finalidad de protección contra el mal de ojo.
No obstante, el uso del símbolo del ojo probablemente se esparció y devino en el significado actual gracias a la actividad comercial de Egipto por las regiones que coinciden en la creencia del mal de ojo, como Fenicia y Grecia. De alguna forma esto emula lo que ha sucedido actualmente con los nazar, que le han dado la vuelta al mundo al grado que se han integrado a la moda y el uso diario, aunque no todas las personas crean en el mal de ojo o en la protección que estos tipos de amuletos supuestamente otorgan.
Ya sea que su uso sea por tendencia o por la convicción de la superstición, lo más interesante de la evolución de estos “ojitos” es cómo han logrado unir distintas creencias de diferentes culturas del mundo a través de los siglos. Demostrando de esta forma que muchas veces, los objetos más comunes inadvertidamente cargan consigo parte de la historia de la humanidad.
¿Alguna vez has utilizado alguno?
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