Todos los días, miles de personas abordan la estación Camarones, del Metro de la Ciudad de México, pero cuántos se han preguntado por qué fue que la llamaron así.
Alrededor de esto, hay una historia que nos abre el apetito y no sólo de hambre, sino también de mucha curiosidad…
Allá por 1790 existía un pueblito llamado Camarones, sí, justo como la estación. Este lugar se ubicaba sobre un camino real que iba desde San Salvador Xochimanca hasta las inmediaciones de Azcapotzalco.
El pasaje, según contaban los pobladores, era muy hermoso. De un lado había una hilera de enormes árboles, y del otro, un pequeño río que conducía hasta el lago de Texcoco.
¿Había camarones en la CDMX?
En sus aguas, este riachuelo, que hoy en día conocemos como Eje 3 Norte, llevaba unos animalitos muy parecidos, pero que no eran camarones. Se llaman acociles.
El nombre de la estación se le debe más bien a estos crustáceos que asaditos y envueltos en hojas de maíz toman un sabor parecido al del camarón, además de que eran parte de la alimentación básica de los chintololos (nacidos en Azcapotzalco).
Actualmente, los acociles se cultivan y consumen en estados de la República como Chihuahua, Estado de México, Nuevo León, Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Morelos y Tlaxcala.
Con esta historia oficial, se resuelve el misterio del origen del nombre de la estación Camarones, la más profunda del Metro capitalino, con 40 metros bajo superficie.
Así que no te sorprendas si de pronto te da un poco de hambre mientras baja los cientos de escalones que te llevan hasta el andén.