¡SATANÁS, CÓMETE MIS CALZONES!
Probablemente esa no parezca la mejor manera de comenzar un sermón, porque de hecho no lo es. Se trata simplemente de otra de las sátiras que Matt Groening insertó en Los Simpsons, la serie que lleva años mofándose de la sociedad norteamericana. para su episodio número 237. En él, convierte al que en muchas otras entregas es considerado amigo personal del demonio, Bart Simpson, en una especie de profeta o figura milagrosa que con sólo un golpe es capaz de resolver cualquier problema que una persona pueda tener con respecto a su cuerpo.
Al provenir de una familia rigurosamente cristiana, lo único que el ahora “Hermano Bart” solicita a sus recién sanados pacientes, incluidos su padre y abuelo, es que testifiquen en nombre de Cristo y que lleven una vida correcta y llena de virtudes. Para muchos el hecho de que el niño más malo del pueblo haya podido remplazar los servicios que un reverendo llevaba ofreciendo durante años, es en sí una verdadera broma. Sin embargo, hay que poner especial atención y darnos cuenta de que lo que percibimos cuando nos acercamos a esta serie no es más que un retrato caricaturizado de la sociedad; el Hermano Bart es en realidad un retrato. ¿De qué? De lo que probablemente sea uno de los engaños más sucios e inocentes de la religión.
No es una sorpresa que alrededor del mundo Dios “ha dispuesto” una serie de presuntos iluminados que, por mandato o revelación, son capaces de revelar para el resto de los mortales los secretos de la Biblia. Probablemente los que mayor éxito tienen son aquellos que, después de vivir en un ambiente de vicios decidieron adoctrinar al mundo, sólo por mencionar tres ejemplos notables tenemos a Brian ‘Head’ Welch, guitarrista de la banda Korn; Fermín IV, miembro fundador del grupo de Control Machete y Olga Breeskin quien en los setentas fue una de las figuras más notorias de la televisión por aparecer en varias películas pertenecientes al llamado cine de ficheras.
Aunque lo sucio del asunto no radica ahí, finalmente cada quien decide qué persona lo llevará hacia la gloria. Dentro del caprichoso mundo de los predicadores, hay un grupo pequeño, en muchos sentidos, en donde si bien sus miembros tienen conocimiento de las escrituras bíblicas, quizá no sea así con todo lo que ocurre a su alrededor. Al ser apenas unos niños, estos supuestos elegidos transmiten confianza y ternura hacia sus interlocutores, que creen que en estos pequeños guías espirituales se encuentra la sabiduría del mismo Espíritu Santo.
Quizá el más famoso de todos ellos —al menos en América Latina— sea Nezareth Casti Rey, un pequeño que comenzó a aparecer en YouTube cuando tenía apenas 12 años. Uno de sus argumentos más recordados es probablemente aquél en el que arremete en contra de las teorías de Darwin asegurando que «el mono y la mona producen monitos hasta hoy», no obstante, esa serie de publicaciones causaron —en muchas personas de nuestra generación— más risa que una fuerte devoción hacia Cristo. Sin embargo, Nezareth fue sólo la punta de un iceberg que se cimentaba en la inocencia del algunos para evidenciar la probable idiotez de otros.
https://www.youtube.com/watch?v=mQ0KK130VUk
Mientras que Casti Rey hacía lo suyo en América Latina, otra horda de niños santos se estaba preparando para enriquecer tanto a sus iglesias como a sus padres, porque si de algo sirven sus talentos bíblicos, además de inspirar algunas mentes despistadas es para ganar dinero a partir de sus sermones. Dependiendo de si el infante hace milagros o no —porque además los hay con súper poderes— , es la cantidad que ha de cobrar cada uno de ellos por presentarse en algún lugar; eso sin contar el dinero que se recaude en “mandas” o “diezmos”.
Samuel Green of Jackson es otro niño que con sólo ocho años de edad ha logrado ser uno de los predicadores más exitosos en Estados Unidos. A pesar de que sus padres afirman que él mismo es quien desarrolló ese talento para “propagar la palabra del Señor”, hay incluso varios blogs cristianos que se dedican a desmentir y advertir a la población de que estos niños —mejor dicho, sus padres— no son otra cosa más que charlatanes. Si bien todo mundo es libre de creer en lo que le venga en gana, siempre hay que tener en cuenta que incluso el mismo Jesucristo mató a un niño en su infancia simplemente porque le empujó y entender que la maldad a veces se disfraza de inocencia.