No sé en qué momento me di cuenta, si al cerra el libro o ya después, mientras caminaba por la calle sin pensar en nada pero con un revoltijo en la cabeza. Uno más grande de lo normal. Todo me daba de vueltas, algo muy común en mí en estas situaciones. Es que, ¿por qué me pasan estas cosas a mí? ¿Será que en mi otra vida me comí un conejito y ahora estoy pagando el karma? no sé qué hacer cuando me pasan estas cosas, me causa ansiedad. ¿Qué hacer? Primero me senté en una banca del parque, me quedé viendo el cieloazulgrisáceodecembrino que se desplegaba sobre mi confusión. ¿En realidad era confusión? No, estaba segura de lo que sentía, más bien era difícil asimilarlo, nadie lo iba a entender: si le decía a mamá seguro me regresaba al psicólogo o ya de plano llamaba a los del manicomio, y ni pensar en decirle a papá. Pero igual necesitaba decírselo a alguien. Mis amigos quizá no entenderían un carajo pero al menos podía confiar en que no me iban a juzgar. El primero que se me cruzó en la mente fue Gav, pero seguramente estaba en el trabajo y no podía hablarle por teléfono de buenas a primeras. Obviamente terminaría contándole todo, como siempre, pero no justo ahora. Volteé a ambos lados: a la derecha, un lustrador de zapatos que se hacía el interesado en la plática de su cliente; a la izquierda, la fila de bancas continuaba y la gente caminaba con normalidad, sin darse cuenta de la crisis que yo vivía en mi interior y mejor así, qué tal que se ponen a hacerme preguntas incómodas. Pensé en Annie y Bruno pero seguro andaban romanceando por allí y qué pena molestarlos en su mesiversario o como se llame eso. Fabi quien sabe dónde andaría ahorita. Decidí hablarle a Nico: Desbloquear. Teléfono. Contactos. Nico. Llamar. Bip bip bip bip bip bip. ¿Bueno? ¿Nico? ¿Azul? ¿Estás bien? Sí, sí… bueno, no. ¿Qué pasó? Tengo miedo. ¿Por qué? ¿Dónde estás? En el parque pero eso no importa. Nico, volví a caer. Pinche torpe. No seas baboso, me refiero a que estoy enamorada otra vez. ¡No te rías! Eres una dramática. ¿Ahora de quién? De un señor. ¿Un señor? ¡Que no te rías! Esto es serio. Es un señor de setentaiún años ¿De veras? Sí, y… No me digas, está casado. Sip. ¿Y’ora? Pos ya ves. ¿Y él sabe? Jajajaja, no, pero quisiera decirle, de mínimo abrazarlo. Pos dile, ¡vas! Sólo necesito un favor, Nico. No, no le voy a decir a nadie. Aparte. ¿Qué? No tengo internet en el celular, googlea dónde está la casa de José Agustín, pa’irlo a buscar antes de que se haga más tarde.