La poeta Miriam Reyes nació el 29 de diciembre de 1974 en la ciudad española de Orense. A los ocho años tuvo que dejar lo que hasta entonces conocía de su vida para iniciar de nuevo en Venezuela junto a sus padres; en ese momento la escritura se convirtió en una herramienta para canalizar sus experiencias, para cuestionar lo que pasaba a su alrededor, pero también para hallar respuestas.
Su temprano inicio en el mundo de las letras marcaría su destino; la necesidad de escribir nunca la abandonaría. Estudió Letras en la Universidad Central de Venezuela y posteriormente obtuvo la licenciatura en Filología Hispánica en la Universitat de Barcelona.
En el año 2001 publicó su primer poemario titulado Espejo negro, después vendría Bella durmiente (2004), Desalojos (2008), Yo, interior, cuerpo (2013), Haz lo que te digo (2015), y el más reciente Prensado en frío (2016). También se ha desempeñado como editora y traductora, al mismo tiempo que ha experimentado con la escritura audiovisual y el recital multimedia.
Aunque su poesía abarca una diversidad de temas como la familia, la pérdida de un ser querido, la comunicación y las relaciones humanas; en su producción aparece como una preocupación recurrente la maternidad, la sexualidad, el placer, la violencia simbólica y sexual experimentada por las mujeres, y, sobre todo, la necesidad de transgredir y trascender el mandato social de la feminidad.
Así que invitamos entonces a conocer a esta joven poeta sin tapujos:
"Presiento el desastre de la maternidad"
catástrofe de interminables e insufribles secuelas
te lo comunico con el temblor de mi vientre
y tú te ríes imaginando bicefalitos
jugando a adivinar el monstruo
que podría salir de esta tumba semiabierta
a la que tantas veces te has asomado.
"Inmóvil"
Abandonado a tu pesadez de hombre inmóvil
me miras con antiquísimos resentimientos.
Óyeme bien
soy inocente de tu pasado
no soy tu puta madre
ni tu enferma madre
ni tu loca madre
aunque sea puta loca.
No merezco recibir agresiones ajenas
retrasadas y caducas.
No proyectes sobre mí los espectros de tu niñez
tengo forma, color y dimensiones propias.
Tampoco vengas a mí
llorando como un niño
cuando no lo eres
este regazo que te acoge también te desea.
No sobreactúes
a mí también me expulsaron del paraíso
antes de tiempo
y sin notificación previa
¿a quién no?
Anda hombre
levántate de ti.
No soy dueña de nada
mucho menos podría serlo de alguien.
No deberías temer
cuando estrangulo tu sexo,
no pienso darte hijos ni anillos ni promesas.
Toda la tierra que tengo la llevo en los zapatos.
Mi casa es este cuerpo que parece una mujer,
no necesito más paredes y adentro tengo
mucho espacio:
ese desierto negro que tanto te asusta.
Eventualmente paso días enteros sangrando
(por negarme a ser madre).
El vientre vacío sangra
exagerado e implacable como una mujer enamorada.
Si los hijos no salieron nunca
del cuerpo de sus madres
juro que tendría uno ahora mismo,
para sentirlo crecer dentro de mí
hasta poseerme como en una sesión espiritista
o como si mi bebé y yo
fuéramos muñecas rusas
una llena de la otra
mamá llena de bebé.
También tendría un hijo
si ellos siempre fueran bebés
y pudiera sostenerlo en mis brazos por encima de la realidad
para que mi niño nunca pusiera los pies en la tierra.
Pero ellos llegan a ser
tan viejos como uno.
No alimentaré a nadie con mi cuerpo
para que viva este suicidio en cuotas que vivo yo.
Por eso sangro y tengo cólicos
y me aprieto este vientre vacío
y trago pastillas hasta dormirme y olvidar
que me desangro en mi negación.
Soy lo que no entiendes
y simplificas
lo que no puedes cambiar
y limitas
lo que necesitas
y humillas.
Por más que te obedezca
no hago lo que deseas.
Por más que me anules
te lastimo.
Nos apegamos demasiado a los hombres
esas criaturas bidimensionales e inocentes
a su piel
adherente como una tela de araña.
Me quedaría allí hasta que no dejase nada de mí
nada.
Hasta que empezamos a pesarles
como si de pronto engordásemos.
Entonces nos preguntamos
qué pasó y
cuándo.
Inevitablemente nos ponemos
éticas patéticas pelenpenpéticas
pesadas peludas pelenpenpudas
nos salen canas arrugas
caries estrías verrugas
la sangre no circula.
Nos explotan por dentro.
Se llevan nuestra piel pegada a tiras
y en sus manos algún órgano fácil de vender.
En realidad no saben lo que hacen
sólo quieren liberarse de la carga.
No mamá
no quiero que mis hijos coman tierra
no quiero que me devoren.
Cuando el rey de la casa entraba
había que correr a la puerta
con zapatillas, cerveza y reverencia.
Por alguna razón
él suponía que debíamos estar felices
de verle volver cada noche
para escuchar sus juramentos
creer sus sueños, vivir de sus mentiras.
Antes de que te lo enseñen por ahí
te lo voy a explicar yo
—me dijo—
mientras abría mi cama.
Ya no recuerdo cuántos años tenía entonces,
si era joven o vieja.
Sólo recuerdo el asco
arrastrándose dedo tras dedo
por las manos de todos los hombres
—por mis propias manos—.
Por favor, pasen sin tocar, pasen pasen.
Hasta que un día encerré el dolor en un frasco
le puse al asco tu cara
y cerré la tapa.
Cuando abrí los ojos habías desaparecido
y por fin pude besar
los ansiolíticos dedos de mi amante.
Me he vuelto demasiado sensata
comprensiva abnegada
perfecta hasta la náusea.
Te dejo que pasees con tu aire de semental
al baño de la cocina a por un poco de agua.
Si me preguntas
te digo que sí para no entrar en detalles
para que duermas tranquilo y rindas en la oficina.
La mentira es a menudo más fácil y espontánea
como estar juntos.
Es como mi cuerpo,
tiene esquinas redondeadas
y formas ergonómicas
(sin hablar de lo mucho que abriga
y lo poco que pesa).
No pide nada, no hace preguntas
prefiere no saber.
Acolchado de amor
hace tiempo que no siente la cabeza.
Desvalijada
dentro solo queda la pequeña de 8 años
con el sexo cerrado de una Nancy.
Yo le arranqué las pestañas, los pelos, las piernas.
Fui yo y no otra ni otro. La niña.
Sentada sobre una montaña de agujas
—sagrado corazón confía en mis heridas no
se le puede echar la culpa de nada
aunque se cuelgue del cuello del primero que pase.
Amo a este hombre misógino
Deseo su sexo descarado que pasea de aquí para allá
que entra donde como y cuando él lo desea
vomita su odio en mí y se va.
Yo, maravillosa artesana,
hago de su asco mi mejor creación:
una réplica suya mejorada.
Del vómito incubado en el más repugnante de los seres
nacerá la criatura que lo iguale en fuerza
y sea capaz de destruirlo por envidia
como yo no pude hacerlo por amor.
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La maternidad es una opción, no una obligación. Si eres de las que han decidido no ser madres seguro te gustará el poema "No quise conformarme y decidí ser escritora"
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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a la artista feminista Linder Sterling.