“Las acciones de los hombres son las mejores interpretes de sus pensamientos”.
James Joyce
El pasado es aquello que nos ata al presente aunque tratamos de reivindicarnos día con día. Sucesos que ocurrieron en el momento de nuestra gestación son simplemente datos que se archivan en una parte escondida de nuestro cerebro para que después, en la vida adulta, sigamos el mismo comportamiento, sólo que con algunos destellos de madurez.
Sigmund Freud, psicoanalista austriaco, afirmaba que toda aquella información que se guarda en momentos claves del desarrollo repercuten de alguna u otra forma en las decisiones que tomamos en la vida adulta sin percatarnos que aquello que nos marcó, traumó o colocó en alguna situación desafortunada en nuestra historia, aflora en los momentos menos esperados.
El alma
Según Platón, el alma se divide en dos sentidos: la primera como “aquella que permite a los seres vivos realizar actividades vitales” y, en el caso del alma humana, “como el principio divino e inmortal que nos faculta para el conocimiento y la vida buena”. Esto fue desmentido años después al concretar estudios más específicos de la psicología sobre el cerebro y comportamiento humano, en los que poco a poco se comprendió la importancia que tiene el inconsciente dentro de la vida cotidiana.
Esta “estructura mental” (el inconsciente) es la columna vertebral que nos lleva a tomar decisiones sobre el placer y el deseo. A través de ella direccionamos los afectos y emociones que mostramos a los demás y reaccionamos ante “daños” que nos puede ocasionar el comportamiento de una persona hacia nosotros, a partir de esta “estructura”.
Las acciones y los pensamientos inconscientes
La guía de nuestro comportamiento social es el inconsciente. Aunque en nuestra estructura consciente creemos que actuamos de alguna manera, el resultado es distinto. Al criticar, opinar, decir o juzgar algo que no nos gusta de los demás, en realidad hablamos de nosotros y los miedos que nos acosan.
Todo ser humano que se siente acosado o dañado muestra, en determinadas ocasiones, comportamientos que lo hacen defenderse de las situaciones de dolor, evadiendo la pena y la amargura que, indudablemente, regresa.
Los sueños son ese reacomodo de información de todo lo que guardamos a lo largo de nuestra vida. Con ellos podemos interpretar la realidad y entender porqué nos gustan ciertas cosas y cómo nos aterran o dañan otras. Con esto se explican, también, ciertos comportamientos que provienen del inconsciente.
La nostalgía del reconocimiento
A través del autoconocimiento podemos entender mucho de nuestra presencia en el mundo y en la sociedad en la que nos desenvolvemos. Al acercarnos a las verdades que nos incomodan, irritan o entristecen, es como podemos superar nuestros miedos y motivar al ser que tenemos muy, muy escondido.
Muy pocas personas son las que realmente logran decifrar los terrores del pasado y con esto ayudarse, y ayudar a los demás, a vivir plenamente.
Uno de los retos más difíciles para el ser humano ha sido encontrar respuesta a hechos inexplicables que nos lastiman socialmente, pero cuando el daño es provocado por nosotros mismos, éste es significativamente más doloroso.