A continuación un poema de Margarita Liendo Osuna que indaga en cómo la imagen de la naturaleza empatiza con las dimensiones emocionales de la palabra escrita. En su poética indaga en temas como la soledad y el desamor, además de trazar el camino del autodescubrimiento y la reconciliación con su propio ser.
Frontera de cruces y flores
El río se devuelve arrastrando sus pétalos
la brisa despeina el vacío, la nada impuesta en el espacio incoloro detrás de un verso
vacío de luz, vacío de todo
vacío de ti y de mí.
En tus brazos había caricias y besos.
Ahora tu espejo es un pueblo fantasma
sin pares motores, ecuación del solsticio, azucena en llamas.
La frontera, al menos la que nos atravesó, es la dentellada que da el calendario
ojos cubiertos por manos frías, lánguidas de sed, insípidas de sal.
Cruces y flores dibujan su aurora en nuestro rincón consagrado al destierro.
Cruces y flores en la frontera de tus pies descalzos.
Cruces y flores sin pensar en voz alta.
Los cuatro caminos del fuego en realidad son tres: tus labios y los míos.
La hoguera venció, el tiempo venció.
Mi soledad, en ti confío porque me llenas de luz y color en la hora precisa.
Abro la puerta a esa nube de velas, abro la puerta de par en par al porvenir.
Abro la puerta y contemplo la frontera donde no hay nada.
Entonces sonrío como se sonríe en las victorias.
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Las imágenes que acompañan al texto pertenecen a Lucette Romy.
Puedes apreciar más de su trabajo fotográfico aquí.
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A veces hay días en los que extrañamos esos momentos de la vida en los que fuimos felices, en los que la nostalgia invade el cuerpo y la única manera de sobreponernos es darle paso al recuerdo, como se aborda en “Lo peor de las despedidas es cuando te quedas con todos los anhelos de una vida perfecta”.