A pesar de que a nivel mundial la paridad entre el número de hombres y mujeres varía sutilmente de país en país sin una tendencia general, en 2017 sólo 16 mujeres gobiernan uno de las 193 estados miembros de la ONU. Las cifras parecen alarmantes y de inmediato traen a debate una de las máximas en la actualidad: la desigual participación de género en la vida política, artística o en cualquier esfera de la sociedad, parece estar provista de una mayoría abrumadora por parte del sexo masculino.
Los congresos rebozan de hombres, lo mismo que las cátedras en universidades, los puestos públicos y privados de investigación en un laboratorio y hasta el gobierno de una nación; todos espacios que parecen reservados para un par de testículos y una voz grave. Para las mujeres, quedan las revistas de variedad matutinas a través de la televisión y todo aquello que pueda explotar su cuerpo como una ‘sesuda’ campaña de mercadotecnia dirigida a los consumidores varones.
La principal medida legal para evitar los efectos de tal disparidad entre hombres y mujeres, está la cuota de género: se trata de un intento de participación activa de las mujeres en cada espectro de la vida pública de una sociedad. Implementada a través de modificaciones a la legislación local o acuerdos más informales, la iniciativa obliga a diversos organismos a mantener la equidad de género a través de la elección de hombres y mujeres por igual. Según la Comisión Interamericana de Mujeres, las cuotas “son sistemas de acciones positivas que parten del supuesto que existe un desequilibrio que impide una igualdad de oportunidades efectiva entre grupos e individuos”. En el ámbito artístico, el machismo no es la excepción.
En la industria de los festivales musicales, la igualdad de género aún parece una asignatura pendiente para los organizadores, curadores, patrocinadores y el resto de que se encargan de llevar a cabo un evento de esta naturaleza. Basta con revisar los Line Ups del último año para darse cuenta de la tendencia general: el mejor ejemplo está en Coachella, festival obligado por el nivel de los artistas y el nostálgico ambiente que despide el valle homónimo en Indio, California. En la edición de 2016, se presentaron 168 artistas, de los cuáles el 35.7 % fueron actos con participación de mujeres.
Tal cifra causa disonancia con los festivales del último año realizados en México. El Vive Latino 2017, uno de los eventos de música en habla hispana más importantes del globo, presentó tan solo un 18% de bandas con al menos una mujer entre sus integrantes. Se trata de la cuota de géneros más dispar de los festivales que típicamente integran el circuito nacional, sólo superada por Hell & Heaven 2016 y KNOTFEST 2016, donde el 94 % de bandas estaban integradas únicamente por hombres.
Curiosamente, las ediciones anteriores de los festivales más reconocidos por la crítica por la calidad de sus Line Ups en México: Ceremonia y el Festival Nrmal, obtuvieron la nota más alta en la proporción entre hombres y mujeres (32 % y 50 %, respectivamente). No obstante, Ceremonia merece una mención especial pues fue el único que incluyó a dos headliners femeninas como sus actos principales. Ambos son perseguidos de cerca por el Corona Capital 2017 del próximo otoño, que presentará 48 bandas de las cuales, el 35.4 % tiene entre sus integrantes tienen al menos una mujer.
Ante la insistencia natural de distintos sectores feministas por incrementar la cuota de género hasta llegar a la paridad entre hombres y mujeres en festivales, sólo queda una reflexión final: si bien la cuota es una iniciativa cargada de buenos deseos de participación de las mujeres y equidad de géneros, se trata de una medida paliativa, que pretende trabajar a regañadientes en las consecuencias en vez de atender a la multiplicidad de causas por las cuales los hombres aún ocupan sitios de privilegio frente a las mujeres.
Más allá de una cuestión de talento, es prioritario construir un entorno de igualdad en acceso a salud, educación y el resto de derechos humanos. Entonces y sólo entonces se podrá formular una discusión basada en el talento entre géneros, no así en un mundo donde la regla para mandar y acceder a distintos privilegios es cargar con un bulto en medio de las piernas.