“Es una agradable sensación metálica y dulce. Estar allí me recordaba a los veranos en la facultad, cuando trabajaba con una pistola de soldar arreglando equipo pesado para talar. Me recordaba a los gases que emanan las soldaduras”, dijo Don Pettit, un astronauta veterano que ha ido al espacio en dos ocasiones, cuando le preguntaron a qué olía el espacio.
Desde 1972, año en el que detectaron por primera vez algunos olores del espacio, hasta hoy, los astronautas no terminan de ponerse de acuerdo con qué es lo que huelen cuando huelen el espacio. Pero hay coincidencias recurrentes: barbacoa, pólvora quemada, aceite, chuletas fritas, nueces y hasta fierro (¡pariente!)
La explicación para estos olores conocidos son las estrellas moribundas y los concentrados de sulfuro de hidrógeno y carbonilo, que es como oler huevos podridos y mierda de vaca.
Estos compuestos apestosos llamados hidrocarburos policíclicos aromáticos están por todo el universo y flotarán por él por la eternidad, en los cometas, meteoritos y todo ese polvo espacial esparcido en las galaxias.
Gloria Delgado Inglada, investigadora del Instituto de Astronomía de la UNAM, ha explicado que la posibilidad de oler al universo se dio a través de nubes moleculares al centro de la Vía Láctea y en cometas como Austin, Halley y Churymov-Gerasimenko.
¿Pero cómo le han hecho la mayoría de los astronautas para oler fuera de los cascos si no hay aire? Fácil: Los olores quedan impregnados en algunas fibras de sus trajes espaciales.
*Fuente: Pixabay.
El universo es fascinante, sí, pero en la Tierra no hay mucho que envidiarle, pues aquí también hay amoniaco, y podemos oler el pescado podrido del mercado o los orines de perro en las banquetas, que es como huele Júpiter, Titán (un satélite de Saturno) y algunas constelaciones de Orión. O si nos interesa el olor de los cometas y las estrellas, darle un llegue al ajo o a unas almendras descompuestas, que es como huele la fosforina y el cianuro de hidrógeno.