El pasado 19 de octubre, en un hecho histórico e insólito, Latinoamérica se unió para realizar paros nacionales en contra de los feminicidios, que repuntaron en la mayoría de las naciones latinas durante todo el 2016, la mayoría de ellos sellados con impunidad y crueldad.
Durante todo un día, todos los países latinoamericanos suspendieron sus labores y llenaron las plazas públicas en repudio a la oleada de violencia de género que azota una región donde —según la ONU— se localizan 14 de los 25 países con los mayores casos de asesinatos de mujeres.
Argentina es uno de los casos más preocupantes: Anna-Car Brigida, periodista especializada en derechos humanos en América Latina reveló para Al Jazeera que una mujer es asesinada cada treinta horas en el país. Desde el 2008, alrededor de mil 800 mujeres han muerto.
Tras el asesinato de Lucía Pérez, de dieciséis años y quien fue drogada, violada y empalada en Mar de la Plata, el país entero se conmocionó y desde entonces las mujeres argentinas se suman a la indignación y los grupos activistas sostienen hasta la fecha una campaña nacional.
“Ni Una Menos”, grupo formado por artistas, activistas y periodistas fue una de las principales organizaciones activistas en movilizarse para denunciar los crímenes. Mariana Carbajal, una de sus fundadoras dijo para Brigida que cuando “nosotras las mujeres decidimos tomar el control de nuestras propias vidas” se deben enfrentar a un incremento de la crueldad contra ellas, que es “lo que vemos en estas muertes”.Los casos coinciden en una cosa: no sólo se conforman con el asesinato de la mujer, “tienen que torturarlas, destruirlas y obliterar sus cuerpos”. Carbajal también advierte que las mujeres de escasos recursos son las que más sufren este tipo de violencia, aunque en general “afecta a las mujeres de todas las clases sociales”.
Por ejemplo, en los barrios bajos de Buenos Aires, donde habitan alrededor de 275 mil mujeres, pequeños movimientos en contra de los feminicidios también empiezan a surgir y se enfocan en los “retos únicos” que las mujeres pobres y marginalizadas enfrentan.El padre Toto, originario de Villa, uno de los vecindarios bonaerenses más pobres le dijo a la periodista que todos esos movimientos requieren una respuesta policial, “refugios para mujeres que sufren violencia doméstica” y darles los recursos suficientes para que tengan independencia económica ya que en la última década, a pesar de que los residentes han exigido estos servicios, “el gobierno no ha hecho nada” para atender ese despertar social.
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