Para la mayoría de nosotros, los lunes son los días en los que reiniciamos el ciclo de una vida productiva normal; es el primer día de la semana en el que vamos a la escuela o al trabajo, añoramos más que nunca el fin de semana y obligamos a nuestra mente y cuerpo a trabajar a su máxima potencia para que los pendientes no se acumulen.
Es un día como cualquier otro; tráfico, gente, caos, aferrarse a los sueños, observar las metas y pensar que llegando a ellos tendremos una recompensa. No sabemos cuándo, pero esa esperanza nos da la motivación para no caer derrotados. Es eso o funcionar de manera automática buscando la simple supervivencia.
Resistir la rutina es casi una cuestión de fe, pero esa fe no es la misma en todas las coordenadas; en la ciudad de Bogotá, la capital del sudamericano Colombia, los lunes se conjuntan con la fe y la devoción. Pero los habitantes no la expresan rezándole a santos ni prendiendo veladoras en los altares. Los colombianos prefieren ir al Cementerio Central para hablar con los muertos.
Se les conoce como “día de las ánimas” o “lunes de ánimas” y no tiene una fecha en particular; todos los lunes el Cementerio Central de Bogotá recibe más visitantes de lo habitual porque las personas encontraron en las estatuas que adornan las tumbas de Luis Carlos Galán, Leo Siegfred Kopp, José Raquel Mercado, Carlos Pizarro y las mujeres de la familia de Gaspar Bodmer un lugar del cual aferrarse a una esperanza.
“Se les pide de un lado y se les agradece del otro”, dice la tradición, aunque no se especifica cuál es el oído para cada cosa. La fórmula es sencilla: llegar al panteón, encontrar la estatua que te dé más confianza, acercarte a ella y hacerle tu petición.
La gran mayoría de las personas lo hacen bien pegadas al oído y se cubren la boca para que nadie más se entere de lo que fueron a pedir. Es un secreto entre el humano, el muerto y su fe. Algunos llevan flores, pero no es requisito.
Después, cuando la petición fue cumplida, se debe regresar al panteón, también en lunes, para agradecerle al muerto que ayudó a conseguir lo que se quería. Ahí es en donde la buena memoria debe hacerse presente para cumplir con la tradición: “se les pide de un lado y se les agradece del otro”.
De todas las estatuas que hay en el cementerio, dos tienen los máximos índices de popularidad; el primero de ellos es Leo Kopp, quien en vida fue el fundador de la cervecería Bavaria, la más grande de todo Colombia.
El otro es Julio Garavito, considerado uno de los científicos más importantes y exitosos del país; la gente recurre a él porque su tumba es azul, el mismo color de los billetes de 20 mil pesos en donde la cara de Garavito aparece. Las personas recurren a él porque consideran que esas coincidencias lo convierten en un amuleto efectivo para pedirle dinero y abundancia.
Los lunes de las ánimas no son exclusivos de un sector poblacional en específico; amas de casa, empleados, empresarios, sicarios y narcotraficantes por igual comparten la fe y la esperanza de que sus peticiones sean escuchadas en el bajo mundo y se hagan realidad en el presente, antes de que la muerte los alcance.
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