El teatro romano de la ciudad antigua de Palmira, fundada en el 281 de la era común, en el desierto de Siria, es una construcción legendaria, declarada, junto con la metrópolis como patrimonio cultural de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). O hasta ayer lo era, pues el Estado Islámico (EI) destruyó más de la mitad del escenario arcaico.
Este es el segundo ataque perpetuado por el grupo terrorista en Palmira, actual provincia de Homs. La mañana del jueves se informó que habían llevado a cabo ejecuciones masivas. Soldados del ejército libre sirio y militantes del gobierno del presidente Bashar Al Assad fueron asesinados en las ruinas de la metrópolis romana.
En este nuevo ataque, los medios informaron que destruyeron “gran parte de la columnata del Tetrapylon (cuatro estructuras con columnas que eran en su mayoría réplicas modernas) y también causaron serios daños a la fachada del teatro romano”.
Como parte de la lucha que sostienen contra el régimen de Al Assad, la BBC informa que el grupo extremista yihadista había recapturado la zona en diciembre del año pasado y ahora aprovechan para cometer actos terroristas ahí.
La directora general de la UNESCO, Irina Bokova, aseguró que la destrucción representaba “un nuevo crimen de guerra”, una “limpieza cultural” ejecutada por extremistas violentos y que resultó en una inmensa pérdida para los sirios y para toda la humanidad en general. Desde que se hicieron con el control de Palmira, el Estado Islámico ha destruido otros monumentos y mantuvo el poder de Tadmur, una ciudad aledaña, durante 10 meses. Finalmente —dice la BBC— en marzo del año pasado la milicia, apoyada por Rusia, lanzó una ofensiva para debilitarlos, No obstante, los militares descuidaron la zona para enfocarse en la lucha en Alepo y los rebeldes pudieron retomar el poder.
Desde que capturaron la ciudad, bombardearon templos, torres destinadas a entierros, el Arco del Triunfo y el Templo de Bel, el santuario para los dioses de Palmira, uno de los edificios religiosos “más importantes del primer siglo antes del Cristo” del Medio Oriente.
Hasta ahora, únicamente dos columnas permanecen erguidas y todo indica que el monumento fue destruido a consciencia usando explosivos. Solamente una de las columnas es original, las demás habían sido restauradas en la década de los 60.
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