Cada vez es más frecuente leer sobre el interés que tiene la comunidad científica con respecto a la relación y consecuencias que pueden tener los usuarios con sus dispositivos móviles. Definitivamente estos pequeños aparatos electrónicos han venido a cambiar no sólo la manera de comunicarnos o expresarnos, también, la manera de consumir información, los hábitos de consumo, entre otros.
Pero, finalmente hay cosas que no cambian con respecto a las innovaciones tecnológicas y es el comportamiento humano. Por mucho que los humanos piensen que han evolucionado, la ciencia confirma que los patrones de comportamiento no han variado mucho desde el inicio de las civilizaciones. Tal es el caso de las reacciones del cuerpo humano ante las notificaciones visuales y sonoras que emite un teléfono celular.
Condicionamiento clásico
Para entender completamente cómo funciona el cerebro al recibir una notificación es necesario remontarse al famoso experimento que hizo Iván Pávlov en 1901 con un perro, una campana y un trozo de bistec.
Pávlov utilizó el pedazo de carne como estímulo positivo y cada que lo mostraba al can hacía sonar una campana, esto creó una asociación en el cerebro del perro al escuchar la campana y ver el trozo de carne, así que cuando el animal escuchaba la campana inmediatamente salivaba, como si tuviera el bistec en frente, aunque no fuese así. El cerebro estaba condicionado al estímulo del sonido de la campana.
Las notificaciones de los teléfonos
El cerebro funciona de la misma manera con el estímulo positivo que representa una notificación de cualquier red social (mensaje, comentario, interacción, match, entre otros), es decir ante cualquier llamada de atención de otro usuario, junto con el estímulo auditivo, nuestro cerebro los asocia con el estímulo positivo.
Pero la ciencia no termina aquí, en realidad aquí comienza el proceso mental más interesante, cuando el cerebro comienza a volverse adicto a estas notificaciones. Por más exagerado o sensacionalista que suena, cualquier usuario que identifique la sensación de ansiedad al no tener cerca su celular o sin batería podría correr el riesgo de padecer esta dependencia.
Adicción a las notificaciones
Aquí es donde entra la química del cerebro, específicamente los neurotransmisores como la dopamina, quien básicamente rige nuestro comportamiento, se libera ante cualquier experiencia satisfactoria, como disfrutar la comida, reír, tener una charla agradable o escuchar música de nuestro gusto y por supuesto, consumir algunos tipos de sustancias adictivas, legales o no. La función de la dopamina es, activar un sistema de recompensa para repetir un comportamiento, en teoría, beneficioso. Al caer en una espiral de adicción, ante la ausencia de dopamina se genera una sensación de ansiedad, por lo tanto el cerebro busca el estímulo que le da la dopamina para “tranquilizarse”. Este efecto fue comprobado varias veces sobre los celulares y sus notificaciones, como describen un grupo de investigadores en este estudio de la facultad de Psicología de la Universidad de Bergen.
Notificaciones como estímulo social
Entonces, el cerebro reacciona más allá de un estímulo auditivo o visual, a un estímulo emocional y social, ligado con la aprobación e interacción, no hay que olvidar que el ser humano es un animal social y es muy natural la búsqueda de aprobación.
En conclusión, el cerebro humano es adicto a las recompensas y está atento a encontrarlas con el mínimo estímulo y condicionamiento, quizás por eso una persona promedio toca su dispositivo móvil unas 2 mil 600 veces al día, mucho tiene que ver con las notificaciones y el efecto químico que producen internamente, en el cerebro de los usuarios.