Más de 850 millones de personas alrededor del mundo lo usan con diversos propósitos: trabajo, diversión, tedio, ocio, entretenimiento, conocimiento o narcisismo. Es la nueva dimensión, el universo paralelo que la física cuántica nunca pudo adivinar. En ella, la gente se transforma en lo que nunca se atrevería a ser ni hacer en este lado de la realidad, la de carne y hueso.
Cientos de estudios nos han dicho todo tipo de verdades y mitos acerca de Facebook, la dimensión en la que mujeres y hombres de todas las edades se alteran el nombre por medio de un atractivo alias, arreglan su rostro para verse mas “atractivos” y despliegan una seguridad de proporciones colosales.
Facebook se ha apoderado del mundo, de los sentimientos de sus usuarios, de sus vidas y decisiones. Gran parte de lo que ocurre en el mundo se mueve a la par en la red social para registrar su existencia. El fenómeno que ha provocado la red es tan grande, que la ciencia ha tenido que intervenir para indagar su impacto en el mundo y las consecuencias de usarla en demasía.
Los hechos son concluyentes: con moderación, es una herramienta útil que puede ser una fuente inagotable de conocimientos. En el sentido opuesto, es capaz de arruinar vidas. ¿Cómo?
En un reciente estudio publicado en el prestigiado Journal of Epidemiology se ha determinado que la plataforma que une la vida de las personas en todo el mundo, como tan benévolamente se pretende ver, provoca reacciones por demás negativas en los seres humanos que pasan gran parte del día conectadas a ella.
Disminución de la comunicación con gente de su entorno…
Los usuarios que pasan más de seis horas al día en Facebook manifiestan un aislamiento total de su entorno, desviando su atención de la tarea principal de una persona: aprender sobre el mundo real con sus problemas, obstáculos y misiones especiales por resolver. Las pláticas en Facebook han sustituido las charlas reales entre familiares, amigos o, incluso, parejas. Los usuarios están tan al pendiente de tener actualizado su perfil que se olvidan de estar al tanto de su vida real, con los contactos de carne y hueso que tienen a su lado.
Menos amistades en el mundo real…
Es tal la angustia de añadir perfiles a su red de contactos, que las personas más embriagadas por Facebook se olvidan de cómo hacer relaciones en la vida real, o simplemente ya no sienten atracción por hacerlas. ¿Para qué? Ahora todos pueden estar concentradas en un mismo espacio digital como animales en un zoológico. ¿Para qué? Si, a través de Facebook, todas son más divertidas, lucen mejor físicamente y su comunicación viene acompañada de divertidas ilustraciones.
Aumenta la depresión y la soledad
Refugiarse en demasía en las redes sociales no sólo provoca un aislamiento del mundo sino que es el síntoma de que mucho antes ya existía esta tendencia a refugiarse en la soledad. Lejos de hacer sentir mejor a la persona, Facebook la condiciona más a sumirse en sí misma y poner una barrera con el mundo. Las consecuencias se traducen en una insatisfacción con su entorno y una búsqueda de aprobación en el universo digital.
Vocabulario pobre y nivel de comprensión escaso…
En Internet y en Facebook todo es tan rápido que el vocabulario que su utiliza para transmitir una idea es realmente pobre. Ya no hablemos del nivel de comprensión que exige a sus lectores: los mensajes son tan básicos que el público se ha acostumbrado (y hasta exigido) mensajes breves que les tome escaso tiempo y esfuerzo leerlos. Esto ha creado una generación de lectores acostumbrados a escribir mal e incapaces de comprender un texto largo.
Nostalgia.
Al ver a antiguas amistades separadas por el tiempo y la distancia, aumentan las posibilidades de experimentar una nostalgia debido a los recuerdos. Podría sonar un tanto exagerado pero los resultados son los mismos que cuando se habla por teléfono con una persona a la que no se ve desde hace muchos años o se observa la fotografía de alguien fallecido.
Estos estudios no son generales, concluyentes, ni aplican para todas las personas. Facebook es una herramienta tan contradictoria, como las emociones humanas, para algunos usuarios podría traducirse en experiencias positivas y en una sana posibilidad de refrendar los lazos que los unen con sus amistades. Incluso, en una posibilidad de afirmar lo que son con todos sus aciertos y sus errores.
Cada quien se convierte en el responsable de lo que usa y cómo lo utiliza. Sólo hay que recordar que todo aquello que roba la individualidad y nos lleva a actuar de manera falsa es algo tan peligroso como una epidemia, una guerra o una mentira.
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El debate continúa acerca de los daños que la red nos provoca: Descubre “8 trastornos que sufres cuando estás conectado a Internet” y, alguna vez te has preguntado ¿a quién le pertenece tu cara en Internet? Averigua porqué las selfies que te sacas han dejado de pertenecerte.
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Referencias
Harvard Bussiness Review
The Wall Street Journal