*Este artículo fue originalmente publicado por Beatriz Esquivel el 16 de diciembre 2018 y ha sido modificado por Cultura Colectiva.
Lo hemos visto en películas como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos o Naranja Mecánica, por mencionar tan sólo dos ejemplos, pero poder borrar la memoria de una persona y así reajustar su comportamiento y hasta personalidad siempre ha sido una premisa atractiva para la curiosidad humana.
Sin embargo, en la vida real han acontecido casos en los que sectas, gobiernos y hasta científicos han logrado “lavarle el cerebro” a alguien más. Algunas muestras del intento —y éxito— de controlar a un grupo determinado de personas abarcan desde la utilización de técnicas de tortura, de violaciones sexuales sistemáticas como arma de guerra, programas como el famoso MK Ultra de la CIA, experimentos con los prisioneros de guerra en China y hasta cultos que culminaron en suicidios colectivos.
Persuasión coercitiva: de la influencia y tortura al control mental
Otro nombre para el “lavado de cerebro” es la persuasión coercitiva, un nombre que podría ser mucho más adecuado para definir los procesos que suelen estar detrás de intentar controlar el actuar y pensamiento de otras personas. La coerción implica una presión que fuerza u obliga a alguien a hacer algo que no quiere. Sin embargo, un punto importante en el lavado de cerebro es que las víctimas pocas veces son conscientes de que están siendo manipulados y que su comportamiento está cambiando, de ahí surge la “persuasión” del término.
No obstante, la historia nos muestra que tal persuasión la mayoría de las veces sólo se ha podido conseguir mediante métodos radicales como la tortura. Durante la guerra de Corea, que comenzó en 1950, China realizó una serie de pruebas de lavado de cerebro para «producir cambios profundos y permanentes en el comportamiento y en los esquemas mentales de los prisioneros de guerra de las Naciones Unidas,» explica Juan Carlos Martínez García, doctor en teoría matemática y autor del texto “El lavado de cerebro: control del alma”:
The Conversation
«El tratamiento tuvo como finalidad principal eliminar la capacidad de los prisioneros de organizarse y resistir de manera activa a su cautiverio. […] Se sabe que en un principio se basaron en la eliminación del sueño de los prisioneros».
Tales técnicas se vieron reproducidas en los interrogatorios de la CIA durante el conflicto en Medio Oriente, hasta que la presión pública hizo que los programas fueran cerrados y si acaso fueran llevado a cabo desde la ilegalidad. Para obtener información los prisioneros solían someterse a largos periodos sin sueño, torturas con ahogamiento y demás, corrompiendo así el espíritu de los individuos y por lo tanto su autonomía, sistema de creencias, eliminando la introspección así como el análisis crítico.
La tortura si bien es el método ideal para el lavado de cerebro, en ocasiones no necesita ser extrema. En casos como la violencia doméstica, la violencia ejercida puede ser psicológica, en la que ante la desobediencia se impone un castigo y paulatinamente se moldea el comportamiento humano. En ese sentido, Martínez García también explica:
«… los procedimientos básicos del lavado de cerebro que […] explotan la predisposición humana a perseguir la estabilidad del mundo social (aceptando la vigencia del principio de autoridad y la legitimidad del poder carismático) y a aceptar, en consecuencia, ciertos niveles de pérdida de la libertad individual como necesarios para la existencia de la seguridad, aunque en este caso el lavado de cerebro exige la destrucción total de la libertad del individuo y no resulta de una negociación».
Lavado de cerebro en la era digital
Si bien este tipo de experimentación y de lavado de cerebros ha ocurrido predominantemente en sitios de conflicto y de guerras, la realidad es que las mismas técnicas han permeado nuestra vida cotidiana a través de los medios masivos y las redes de comunicación. Nuestros datos son utilizados para curar la publicidad que nos muestran en línea, así como para segmentar a la población según sus perfiles, ya sea categorizándonos como más o menos propensos a cierto tipo de publicidad o a la persuasión coercitiva como tal.
Por ejemplo, investigadores de Columbia, Stanford, Pensilvania y Cambridge midieron la efectividad de un anuncio de belleza mediante la segmentación de los perfiles de Facebook como extrovertidos e introvertidos, y probaron que aquella publicidad hecha para un perfil extrovertido que involucró slogans como “Baila como si nadie te mirase (pero no paran de hacerlo)” era más efectiva para hacer que la gente comprara un producto que si no adecuaban la publicidad a su supuesta personalidad.
Esto podría parecer benigno o poco peligroso, sin embargo, ya se ha probado repetidas veces que este tipo de análisis y abuso pueden provocar que grandes masas cambien su opinión en temas tan importantes como la política, cambiando así el resultado de una elección presidencial por ejemplo y todo, sin que ni una sola persona se haya dado cuenta que a través de su navegación terceros influyeron en sus decisiones en una versión menos violenta del lavado de cerebro.
Si quieres saber más del tema, puedes consultar el artículo completo de Juan Carlos Martínez García, “El lavado del cerebro: el control del alma” en Revista de Cultura Científica, Facultad de Ciencias-Universidad Nacional Autónoma de México. En línea.
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