«Qué ridículas y enfermizas marionetas somos. Y qué asqueroso escenario en qué bailar. Cuánta diversión bailando y cogiendo, sin importar nada en el mundo. Sin saber que no somos nada, no lo que teníamos que ser». Se7en, (1995)
Aunque algunos desde pequeños tengan el conocimiento o noción de los pecados capitales de la religión católica, no saben precisamente el lado oscuro de cada uno de ellos. Es cierto, tenemos los conceptos básicos, los señalamos y los nombramos de diferente manera para disfrazar el sentimiento de culpa. La cinta Se7en de David Fincher ahondó en el tema y nos mostró esa ventana hacia la muerte metafórica o literal que siempre espera a atraparnos.
La película protagonizada por Morgan Freeman y Brad Pitt, más allá de ser una excelente producción, nos cuenta una historia que revela que vivimos más apegados al pecado de lo que pensamos. Ambos protagonistas son detectives en un caso de un asesino serial que usa los siete pecados capitales como su marca en cada uno de sus asesinatos, tratando de hacer una declaración sobre la decadencia humana y cómo los crímenes deben pagarse. Su primer víctima es un obeso adicto a la comida que mató haciéndolo comer hasta que su estómago reventara.
La segunda es una adinerada abogada de defensa que murió cuando el asesino le quitó una libra de carne del cuerpo y se desangró, representando la avaricia. El siguiente, la pereza, es un narcotraficante pedófilo que amarró a la cama y llenó su habitación con fotografías que indicaban que llevaba un año bajo esa tortura. La lujuria es un hombre que fue obligado a matar a otra mujer al violarla con un dispositivo sexual modificado.
Conforme avanza la historia los crímenes se hacen más terribles, mostrando cómo cada uno de los pecados puede destruirnos, sin necesidad de que alguien más se encargue de eso. El asesino muestra una realidad, pero la lleva al extremo. Presenta las verdaderas consecuencias del pecado e impone un castigo. En su siguiente crimen le da la opción a una joven modelo de si prefiere ser desfigurada o tomar pastillas para suicidarse, ¿el pecado? La vanidad.
Con tres más por descubrir, los detectives se preparan para encontrar otros asesinatos, pero el asesino no es tan simple. Como mencioné: muestra una realidad. Ve dentro de todos y quizás hasta sea más puro que ellos, o quizá no. El análisis de los pecados capitales como un verdadero crimen hace pensar qué tan culpables somos, y si esos crímenes afectan a otras personas o a nosotros hasta la destrucción. El arte ha hecho distintas representaciones de ellos, o algunas nos recuerdan a esas ideas, que aunque vengan como reglas celestiales, pueden tener consecuencias infernales.
Lujuria
El intenso deseo. Relacionado directamente con el anhelo sexual, se refiere a la fornicación, adulterio, violación y más actos inmorales. Según Henry Edward, la impureza de la lujuria hace a alguien “un esclavo del diablo”. También es el amor sin petición por los individuos. Lo reconocimos en la mirada de los animales, por eso se dice que va relacionado y nos convierte en uno de ellos. Según Schopenhauer es «la última meta de casi todo deseo humano» y «tiene ese toque de deslizar sus cartas de amor y anillos incluso en portafolios ministeriales y manuscritos filosóficos».
John William Waterhouse, Hylas y las Ninfas
Paolo Veronese, Leda y el cisne
Alessandro Allori, Susanna y los viejos
Gula
Habla sobre consumo excesivo de cualquier alimento hasta que se convierta en un desperdicio banal. Revela nuestro ser egoísta y prioriza nuestros impulsos e intereses sobre los de otros. De hecho, en tiempos medievales también se le consideraba gula a la anticipación obsesiva de las comidas, el constante consumo de delicias y de comidas muy caras, e incluso comer con mucho deseo era mal visto, ya que se piensa que reduce la humanidad hasta ser una bestia.
Lucian Freud, Supervisor de Beneficios Durmiendo
Jacques de l’Ange, Glotonería
Kurt Wenner, Glotonería
Avaricia
También es un pecado de deseo, pero específicamente se refiere a la persecución de bienes materiales. En el Purgatorio de Dante, los penitentes están amarrados boca abajo por haber concentrado demasiado su pensamiento en ideas terrenales. Aquel deseo de acaparar todo, principalmente por medios de violencia o engaño, define y revela lo asqueroso dentro de algunos de nosotros. Según Henry Edward, “inserta tanto a un hombre dentro de la mira de este mundo que desea convertirse en su Dios”.
Maurice Sterne, Avaricia
Lucas Cranach, La pareja mal emparejada
Pieter Bruegel the Elder, Los cosechadores
Pereza
No sólo se refiere al no levantarse o a la falta de deseos, tiene un aspecto mucho más amplio. Se define tanto por la indiferencia de los deberes con nuestros pares y con dios, como por la falta de afecto o de cualquier sentimiento. Un estado parecido al aburrimiento que causa apatía y una mentalidad lenta. Según la iglesia, es renunciar a los siete dones de gracia que da el Espíritu Santo: sabiduría, entendimiento, consuelo, conocimiento, piedad, fortaleza y miedo de Dios. Según Dante, es el pecado de en medio y es “el fracaso del amor a Dios con el corazón y la mente y el alma”.
Abraham Bloemaert, Parábola del trigo y la cizaña
Alexandre Cabanel, El amor de Phaedra
Francois Boucher, El sueño interrumpido
Ira
Sentimientos incontrolados de enojo y odio. La forma más específica a la que se refiere es a la búsqueda de venganza. Podría ser el “pecado durmiente”, ya que puede vivir dentro de las personas durante mucho tiempo acumulándose lentamente. Dante afirmaba que es amor a la justicia pero pervertido al nivel de hacerlo por despecho. También surge en un odio desmedido cuando hay un disgusto general o cuando va apuntado hacia los inocentes. Sin embargo, si resulta en muerte, es de los más horrendos por destruir a un semejante.
Michelangelo da Caravaggio, David con la cabeza de Goliat
Artemisia Gentileschi, Giuditta decapita a Oloferne
Charles Antoine Coypel, La furia de Aquiles
Envidia
Como la avaricia y lujuria se define por un deseo insaciable pero dirigido hacia las posesiones o el objeto de deseo de alguien más. La envidia se relaciona con la malicia debido su parecido con los celos que algunos individuos sienten debido a un descontento por la alegría o las cosas de alguien más. Bertrand Russell afirmó que la envidia era una de las causas más potentes de la infelicidad porque trae lamento a quienes la sufren ya que les provoca el deseo de infligir dolor en otras personas, lo que reduce su conexión empática por completo con aquellos que los rodean.
Artemisia Getileschi, Judith y su doncella
Francois Lemoyne, El Tiempo salvando a la Verdad de la Falsedad y la Envidia
Edgar Degas, Interior
Vanidad
También orgullo, es considerado el más serio de los siete pecados capitales. Es la perversión de las facultades que tienen aquellos que en su afán de mantener cierta divinidad, buscan parecerse a Dios. Se identifica por un egoísmo peligrosamente corrupto, ya que no sólo se ponen los deseos de otras personas bajo la importancia de los suyos, sino también sus necesidades, lamentos y prácticamente toda su persona. Alexander Pope dijo que es el vicio de los tontos que jamás falla. Quizás el peor crimen de aquellos que lo cumplen es negarse a reconocer los límites, fallas y equivocaciones que tienen como humanos en lugar de ver su asquerosa simplicidad.
William Blake, Satán excitando a los ángeles rebeldes
Auguste Toulmouche, Vanidad
Thomas Couture, Sueños despierto
Existe cierta verdad bajo el concepto de los pecados capitales, por eso en inglés se conocen por la palabra “deadly”, “letal” en español. Son acciones y costumbres que algunos cometen todos los días. En mayoría, las ideas van relacionadas a una conexión con Dios, pero cuando pensamos en el vínculo de otros seres humanos, comienza a crecer ese cuestionamiento sobre moral y la repercusión de nuestras acciones en la vida de quienes nos rodean. Si hacemos algo incorrecto, seguramente es bajo alguno de los pecados, porque reducimos nuestra humanidad o tratamos de destruir la de otros, y cuando eso sucede, quizá deberíamos ser castigados.
O no.
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