Gabriel de la Mora parece tener muy en cuenta la idea del factor sorpresa. Primero, te sientes intrigado por las turbulentas imágenes que el artista retrata, en las que mezcla la inocencia de la niñez con la violencia. Te avecinas, curioso, creyendo que lo que estás por presenciar no son más que las líneas de un lápiz. Viene entonces el giro de 180 grados, cuando te das cuenta que lo que parece un dibujo es cabello humano sobre papel.
“De lejos son simples dibujos sobre un fondo blanco” me explicó Sergio R. Blanco. “Pero a medida de que me fui acercando, se fue evidenciando primero la imagen, pero ya muy de cerca me di cuenta de que lo que me había parecido dibujo no era dibujo, era pelo”. El cambio en la percepción fue lo que cautivó su atención.
Hace unos tres años que sostuve por primera vez las Alegorías Capilares de Sergio R. Blanco. Sí, fue hace tres años ya. ¡Qué rápido pasa el tiempo! Y aún me acuerdo de lo mucho que me impresionó el diseño tan limpio y esquematizado que envolvía las páginas escritas por mi profesor, el olor a libro nuevo que, reitero, es adictivo, los títulos en mayúsculas y mis yemas resbalándose por entre las páginas de mi nuevo juguete literario: una crítica al arte de Gabriel de la Mora, cabello humano sobre papel. ¿A quién se le hubiera ocurrido? Devoré el libro como si se tratara de una novela de suspense y lo metí entre el montón de obras que acumula mi librero. No fue hasta la semana pasada que, tan curiosa como los que descubren el secreto en el material de este artista, se me ocurrió sentarme a conversar con el autor.
Culturalmente hablando, el cabello es uno de los objetos con más usos, que van desde lo abyecto hasta lo sensual. Desde encontrarnos un pelo en la sopa, hasta el sex-appeal de una cabellera larga y bien peinada. “El pelo es lo más íntimo como vello púbico, puede ser también un buen vestigio para la investigación de algún detective, una reliquia religiosa, o un objeto para recordar a la mujer amada, hasta uno de los atributos más sensuales del ser humano. En realidad, el pelo tiene una serie de connotaciones ambiguas, que de alguna manera, desde el punto de vista del espectador, le da un gran peso a la obra, cambia por completo la manera en la que nos acercamos a ella”.
Gabriel de la Mora trabaja de manera casi mística, me explicaba Sergio a lo largo de la entrevista. “Hay una especie de poética detrás de cada obra”. El artista estudia a fondo y desde perspectivas diferentes la escena que está por plasmar. Como en Autorretrato soñado de un corte de pelo en el Salón de Belleza Ivette por María Elena Almaraz (2004), en el cual se recrea a él mismo con peluca (cabe recalcar que el artista se afeita la cabeza cada tercer día, teniendo un corte de cabello). Él documentó cómo la estilista laboraba sobre su pelo artificial. A partir del trabajo fotográfico recreó el suceso con el cabello de la peluca. “Es como si el material fuera testigo de la escena”.
Retrato de la familia de la Mora (2007), otro buen ejemplo para exponer esto, fue una especie de imagen familiar compuesta por las esculturas del cráneo de cada uno de ellos. Les mandó a hacer una tomografía a todos y a partir de esto esculpió los cráneos. “Había algunos vivos otros que estaban muertos, como su padre que tiene una historia bastante oscura. Lo exhumó y esta exhumación forma parte de la obra”. Asimismo dibujó el cráneo de cada uno de los miembros de su familia con su respectivo cabello. Esto nos demuestra que no es el simple hecho de dibujar con cabello, sino que el material tiene una relación directa con la historia que está ahí latente para el espectador. “Hay una mística entre la materialidad y el significado. El material es testigo”.
https://img.culturacolectiva.com/content/2015/02/arte-con-pelo2.jpg https://img.culturacolectiva.com/content/2015/02/Retrato-de-la-familia-de-la-Mora-Centeno-2007.png https://img.culturacolectiva.com/content/2015/02/Retrato-de-la-familia-de-la-Mora-Centeno-2007-2.png
Un factor importante, uno de los más asombrosos sobre este artista, es que dibuja directamente con el cabello, no traza líneas para después pegarlo. El pelo es su lápiz.
La manera tan minuciosa en la que Sergio R. Blanco desmiembra cada uno de los elementos que influenciaron y que forman parte de este artista tan atípico, hace de su crítica algo muy parecido a una novela de misterio que va desde la obsesión por recopilar cabello humano, la técnica y los pasos que sigue de la Mora para crear su arte, hasta los sucesos de su vida privada que marcaron directamente en la temática de esta obra artística.
La función del arte, a través de los siglos, ha ido transformándose hasta llegar a lo que es ahora. En el renacimiento encontramos por primera vez al artista autónomo. En la ilustración surge la idea de la genialidad del artista: éste debe hacer algo nuevo. En el siglo XX el artista se convirtió más bien en una persona capaz de darle un punto de vista solemne a un objeto de lo más común, como en La Fontaine de Duchamp. ¿Hoy a qué crees que deba llegar el arte contemporáneo? Le pregunté a Sergio antes de despedirme. “El arte contemporáneo debe generar preguntas en el espectador, hacerlo dudar, que llegue a cuestionarse”. ¿Qué si Gabriel de la Mora lo logró? Bueno, eso ya me lo dirán ustedes.