El destino caprichoso no nos da la posibilidad de escoger la familia en la cual vamos a nacer y mucho menos el lugar del mundo que nos acogerá como terruño. Pero en la mayoría de los casos aprendemos a amar a nuestra familia con todo nuestro ser y, sin plantearlo siquiera, aprendemos a amar ese pedazo de tierra y a quienes lo habitan; sus costumbres, su cultura, su comida, sus calles.
Sin embargo, lo que sí se puede hacer es escoger a los amigos, los gustos y las pasiones. En ese camino aprendemos que los amigos son la familia que siempre podremos elegir. Y si tenemos mucha suerte, entre ese puñado de amigos podemos encontrar a personas con las que compartimos nuestras pasiones y talentos. Tal es el caso de Fabal y ZURC, cuya amistad les ha permitido abrirse paso en esa paleta de matices que brinda el arte y la pintura.
A inicios del año 2000 se conocieron, ya que estudiaban en escuelas contiguas, en los dos colegios más emblemáticos de Guacarí, en Colombia. Guacarí fue ese pedazo de tierra que inspiró a estos jóvenes a plasmar sus emociones a través de la tinta, el aerosol y el concreto.
A propósito del famoso árbol de Guacarí, el diario El País dijo:
“En una ocasión un compañero de estudio en el colegio le preguntó al humanista y profesor Óscar Gerardo Ramos qué era para él la belleza. El hombre reflexionó un instante y como poseído por una fuerte imagen que acudía a su cerebro, comenzó a hablar de forma poética del “Samán de Guacarí”, desfigurando su rostro y expulsando burbujitas de baba, para recalcar con sus gestos las proporciones gigantes y armoniosas del perfecto árbol, que sin duda para este hombre de mundo representaba el objeto más bello de contemplación para poder entender el verdadero significado del concepto de belleza en sí”.
Para el pueblo colombiano es imposible no llenarse de asombro y dolor cuando piensan en el 14 de agosto de 1989, fecha que vio el final de tan magnífico árbol. Aquel evento generó una gran tristeza tanto para quienes lograron disfrutar de aquel gran árbol —El Samán de Guacarí— como para los que no llegaron a conocerle. El árbol quedó inmortalizado en lo que alguna vez fue la moneda de 500 pesos colombianos; pero ahora sólo goza de un monumento en el parque José Manuel Saavedra Galindo en el municipio.
En ese pedazo de tierra dio inicio la historia de Fabal y ZURC. De sus familias heredaron el amor al arte, a la pintura y a las letras; pero fue gracias a la atmósfera y a la riqueza cultural de Guacarí que pudieron explotar su potencial. Para este municipio, el arte siempre ha sido un pilar para la formación de los niños.
Las calles de Guacarí se convirtieron en el mejor lugar para comenzar a desarrollar este amor al arte. Hacían graffitis para dedicar a aquellas jovencitas que les gustaban. Entre sus anécdotas se encuentra aquel domingo a las 6 de la madrugada, cuando llenaron las calles con la frase “quiero verte sonreír al lado de mí”. Como en el caso de muchos artistas, esta primera aproximación al arte se dio gracias a los amores de juventud, y a la amistad genuina en la que siempre se sintieron apoyados.
Este año publicaron un documental llamado La vida no es como la pintan, en el que con el apoyo de otro talentoso de Guacarí —el fotógrafo Jorge Córdoba— registran el desarrollo de una pintura de Fabal. En el documental también se muestran ciertos lugares emblemáticos de la ciudad. Para Fabal “es más importante que a partir de esta producción audiovisual los habitantes puedan crear mayor sentido de pertenencia, vean con otros ojos los espacios que recorren en su cotidianidad”.
El dúo ha evolucionado desde sus inicios en el graffiti. En un principio se hacían llamar Guerrilla Art, un concepto inspirado en Banksy y en la rebeldía inherente que hay en la expresión artística. A lo largo de su búsqueda de un estilo propio, Fabal denomina su obra como “burdo realismo”, lleno de mil colores; mientras ZURC, quien nunca encontró nombre para su estilo, lo fundamenta con el predominio del negro en sus obras. Cada una de sus obras es un homenaje a la amistad, al amor al arte y a un pedazo de tierra encallado en el verde valle del Cauca en Colombia.
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