Suele pensarse que el amor está peleado con el dolor y la tortura. Esta sentencia limita la infinidad de gustos que existen en el mundo, porque si algo tenemos claro es que cada cabeza es un universo distinto y quizá, en algún recóndito espacio, una nalgada es una fuente inagotable de placer. Esta diversidad –algunas veces polémica– ha sido representada por diferentes artistas que, con un producto de suma estética, demuestran cómo en el dolor puede habitar la belleza y el placer.
Uno de los artistas más reconocidos en retratar lo que en apariencia es dolor es Nobuyoshi Araki, quien realiza fotografías con temáticas bondage. El estilo de Araki es único, él se mueve por las calles de Tokyo con cámara en mano, capturando cualquier cosa que llame su atención. Siempre está contando nuevas historias a través del lente que lo acompaña por el “barrio rojo” de Tokyo, el cual está lleno de moteles, burdeles, clubes nocturnos, sex shops, y sobre todo, gente muy interesante… De estos paseos e interacciones surgió su gusto por el shibari. ¿Qué es el shibari? Observa la siguiente imagen.
El shibari —también llamado kinbaku— es el arte japonés de la atadura erótica como ingrediente básico de la subcultura sadomasoquista. Este arte oriental se remonta hasta el siglo XVI, siendo una práctica de tortura; fue hasta finales del periodo Edo cuando aparece la primera documentación pictórica de su uso con fines eróticos. En el algún punto de la historia nipona se le consideró como un arte de guerra y por lo tanto como algo a lo que debería negarse. Sin embargo, tras la caída de Japón en la Segunda Guerra Mundial, los japoneses decidieron volver a revivir sus raíces ancestrales, entre ellas el shibari; esta vez como una técnica completamente erótica.
Hoy el shibari es una práctica sexual que tiene un alto valor estético y suele entrar en la categoría de performance. En la lógica de las prácticas bondage, sus participantes deben seguir los roles de poseedor y poseído o dominación y sumisión. A simple vista parece una serie de nudos que cubre el cuerpo de la persona quien es suspendido por el aire, sin embargo, se requiere un conocimiento sobre la simetría y el equilibrio.
Cabe destacar que en el kinbaku hay una serie de reglas que deben cumplirse. La más importante es que el prisionero no debe intentar liberarse y por su lado, el poseedor, no debe aprovecharse y provocar heridas físicas o mentales.
Como se mencionó antes, esta técnica se asemeja a un rito. Primero el maestro pide permiso al discípulo de realizar la shibaritai. Acto siguiente el maestro debe hacer el primer nudo de las ataduras en un lugar que provoque placer sexual. Así, poco a poco, las cuerdas van cubriendo el cuerpo y el placer va llegando.
Las fotografías que ilustran este texto pertenecen a Shantelliao, una artistas tailandesa que desde temprana edad se vio interesada por este arte. Ella encuentra una fascinación con todas las relaciones potenciales entre las personas, el espacio y los objetos. El trabajo que muestra la fotógrafa oscila entre el clásico shibari y el bondage, otra práctica donde se obtiene placer a través del dolor figurado.
La diferencia de en los retratos de Shantelliao es la transformación de los valores clásicos del shibari, dado que transgrede con la lógica del amo y el esclavo. Ella presenta a parejas que parecen tener el mismo derecho de dominar y ser dominados. Esta reivindicación es el reflejo de los valores de la modernidad, donde más allá de ser hombres y mujeres, existe y se reafirma la igualdad de los participantes.
Esta sería la forma indicada en como una pareja puede practicar una práctica que en algún punto de la historia se le calificó como polémica. Placer, erotismo y una dulce agresión. Así es su trabajo y la nueva forma de vivir el amor.
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