El argentino Dalmiro Sàenz —en su libro de Ciencia Ficción titulado Latinoamérica: Go Home impreso en 1988— predijo un elemento característico de la nueva generación digital:
“Hay algo que ustedes no entienden, nuestra principal arma es precisamente la indiferencia, ustedes piensan siempre en el trabajo, incluso ahora mismo tú estás pensando en qué vas hacer después de esta discusión…”
Se dice que los jóvenes de entre 18 y 33 años son la generación que cambiará el mundo. Ahora precisamente comenzamos a ver jóvenes que buscan cuidar más de su entorno, con nuevos valores ecológicos, pacifistas, “superficiales” y virtuales. Algunos vuelven más nítida la crisis política mundial y otros migran de la ciudad al campo buscando mejor calidad de vida, contrario a lo que sucedía en generaciones anteriores.
¿Pero de qué es síntoma la supuesta indiferencia que se le ha achacado a la generación millennial? No se trata entonces de quedarse con los brazos cruzados, sino de decir claramente que algo “no me gusta”, “no lo acepto”, sin pensar simplemente en las consecuencias; es tener la certeza de que lo correcto no siempre es lo que “debemos hacer” o lo que se espera de nosotros.
¿Pero qué es el deber? El concepto mismo tiene un principio subjetivo propio de un análisis filosófico. El deber se basa en principios “socialmente aceptados”. Desgraciadamente, el diccionario occidental moderno aleja el “deber hacer” del bien común —e incluso el propio—, y lo sitúa en un estatus de “imposición moral”.
Por suerte los millennials pasan más tiempo en Facebook que leyendo el manual de Carreno y piensan: “si hacemos lo que debemos, ¿entonces qué es lo que hacemos?”.
Una de las compañías más grande de asesoría y consultoría empresarial, Deloitte, señala que:
“Dos tercios de los millennials expresan su sentimiento de querer dejar su organización para el 2020. Los negocios tienen que adaptarse a generar lealtad con los millennials o arriesgarse a perder un gran porcentaje de sus fuerzas de trabajo…”
Un dato aterrador para todos los patrones criados en la vieja escuela que piensan que los jóvenes tienen que soportar condiciones infames y aceptar salarios mínimos sólo porque son jóvenes sin experiencia.
¿Qué harán estos jóvenes sin la anhelada “prima de antigüedad” que esclavizó a las antiguas generaciones? ¿Acaso estos jóvenes futuros desempleados no piensan que un periodo sin empleo perjudica su CV y merma su jubilación? Muchos de estos jóvenes son ingenieros, economistas, abogados e incluso políticos que vuelven a los estudios; pero esta vez buscan aprender conocimientos técnicos que borren la barrera de lo abstracto y absurdo de los empleos disponibles para su perfil dentro del mercado laboral.
Esta generación sabe a quién culpar por el “caos” mundial actual. Los culpables son quienes dieron más valor al petróleo que al agua, y terminaron contaminándola; los culpables son quienes por su loca avaricia aniquilaron cientos de especies, hicieron guerras sin sentido; e incluso en su afán ignorante, les dotaron de reservas interminables de productos industrializados y “vitaminas” que terminaron por engordarlos y enfermarlos. Lo más importante de todo esto es que no tienen miedo de decirlo.
Sin embargo, este nuevo oleaje revolucionario de ejércitos de hippies new age puede perderse en el camino si la mayoría de ellos se sumerge en el sueño profundo, en el sueño de lo superfluo, si olvidan las cosas más simples que nos hacen humanos, si envían a su bandeja de correo no deseado la cadena navideña que dice que la vida es la red social más importante.
“Ellos esperan pacientemente con su escudo de indiferencia, ser quienes dirijan el mundo nuevo, y yo espero que lo logren”.
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No es fácil abrirse paso en un mundo laboral cada vez más competitivo, si quieres saber cómo ser un millennial exitoso, checa este artículo. Además, te compartimos este artículo sobre cómo Bob Dylan definió a la generación millennial en una canción.