Las once mil vergas es una obra clave del cubismo. Y esto es fácil de entender si comprendemos que esta vanguardia, más que un movimiento pictórico, es una representación de la vida social y política que muestra la inconformidad con la realidad que nos circunda. Así, enjuiciar a la mentada obra literaria de Apollinaire como pornográfica, incluso como burdamente erótica, es una de las más grandes equivocaciones de la crítica. Hay que reconocerla entonces como cubista. ¿Por qué? Resulta simple; la fragmentación que el autor se empeña en hacer mediante elementos simbólicos de sexualidad, desfocalizando a los sujetos y visibilizando partes en específico –justo como sucede en la pintura cubista–, no rompe lo expuesto ante la mirada o el pensamiento, sino reconstruye con miradas diversos los elementos de lo que hay allí.
Para Apollinaire el cubismo es esa pintura que ya no es emulación, es en todo caso un arte de concepción.
En una de sus meditaciones escritas afirma que «estos pintores –contemporáneos a él–, aun cuando sigan observando la naturaleza, ya no la imitan y evitan escrupulosamente la representación de escenas naturales observadas y reconstruidas por el estudio […] el arte moderno rechaza, en general, la mayor parte de los medios de agradar utilizados por los grandes artistas de tiempos pasados».
Asimismo, sucede con la fotografía de una joven pareja que bajo el anonimato de ICE + FIRE rompe con todas las representaciones habituales del erotismo francés. De origen parisino, este dúo amoroso genera imágenes sugerentes que bien podrían entrar en la categorización inexacta del porno.
Y eso es justamente porque en el juego de la mirada, nos dejamos llevar incipientemente por el énfasis prestado a ciertas partes del cuerpo o a determinados escenarios sexuales, borrando sin más las otras lecturas que es capaz de permitir el cuerpo humano en fragmentación lasciva.
El contenido inmediato de una fotografía (fija o en movimiento) no es únicamente lo que expresa en la experiencia del arte, lo es también la manera en cómo se dice lo que dice. En ese sentido, la obscenidad censurable de estas imágenes puede entenderse como una lectura diferente de nuestra sociedad y sus políticas.
La luz misma que en ellas se presenta para focalizar o desfocalizar al mundo se puede entender también como la corrupción de las formas y los seres humanos en relación con la utilización del cuerpo y de las relaciones personales/íntimas/de placer.
La imagen “pornográfica” de ICE + FIRE, de hecho y en una perspectiva mucho más interpretativa, representa la obscenidad no del encuentro sexual, sino de la política y de la estereotipación erótica. En ese mismo horizonte, la fotografía de esta dupla es –como cualquier aparición del coito– un desocultamiento de los conflictos eternos por la posesión territorial, el poder dictatorial, los trasfondos autoritarios sobre lo que somos y los ejercicios de la creación-destrucción.
En un sentido más profundo, la producción de ICE + FIRE es un ensayo político-histórico y no simples tomas eróticas. Son, sí, la búsqueda por la satisfacción sexual y la ambición libidinosa, pero también por las conquistas del poder y las fuerzas que mueven al mundo.
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Todas las fotografías pertenecen a este grupo y puedes conocer su trabajo completo visitando su página oficial.
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