Con el paso de los años, en las casas que compartimos con quienes amamos poco a poco se cuentan más sillas vacías, y con cada despedida una parte de nosotros se desprende y aunque no volveremos a reconstruirnos desde los cimientos, sí podemos restaurar el hogar que construimos con quienes permanecen y los recuerdos que nos dejan quienes se van.
Cuando la muerte toca a la puerta y el ritual del velorio que parece una pesadilla termina, comienza el momento más difícil, regresar a una casa en apariencia vacía pero llena de él, de ella, de ellos; llena de su sombra y de los recuerdos que se aparecen en cada rincón como fantasmas que asustan al olvido. Los primeros días aún escuchas la madera crujir con sus pasos, crees haber visto su silueta atravesar el pasillo hacia las recámaras, y sientes que te acompaña en esa casa que ahora es extrañamente más fría. ¿Cómo volver a aquella casa donde nadie nos recibirá con un abrazo? y cómo comenzar a guardar en cajas los libros inconclusos que aún conservan su separador, o la ropa desgastada en cuyo aroma reconocemos ausencia y consuelo.
Ante esas preguntas la obra de Wendy Ayala, desde una mirada documental, explora la relación entre los espacios, huellas y vestigios. Los ejes temáticos de sus fotografías son la nostalgia, la memoria, la contemplación y la cotidianidad.
Su serie fotográfica “Epilogo” es un relato del vacío que dejan las personas al morir, el espacio físico que ha perdido a su habitante y sentido en el mundo.
Al mirar sus fotografías se narra la ruptura del fatídico deseo humano de trascendencia, al darnos cuenta de que la ausencia es lo único que queda cuando partimos. Ausencia, vacío y personas que nos extrañarán y nos encontrarán en los lugares que compartimos. Porque para Wendy, una casa no sólo es un objeto en el espacio físico, es sinónimo de habitar, de estar y ser en un presente o un pasado. Una casa refleja la forma en que nos enraizamos, día a día, en un “rincón del mundo” que se convierte en una extensión de lo que somos.
“Hace dos años José Luis, mi papá, murió después de haber estado enfermo durante un largo período. Falleció acostado sobre su cama, en la casa en la que vivía solo. Ésta permaneció intacta durante los seis meses posteriores a su muerte: nadie entró en ella ni se le hizo ninguna modificación. Cuando por fin me sentí lista para volver a aquél espacio me encontré con que ya era totalmente diferente: habían crecido varias plantas en el patio cubierto de cemento, las paredes se agrietaron, el yeso del techo se comenzó a caer, había telarañas y todo había sido permeado por la humedad. Entonces comencé a adentrarme nuevamente en este lugar tan cargado de memoria, de huellas y de vestigios, y me di cuenta de que la casa, ante la ausencia de su único habitante, estaba tan enferma como lo había estado mi papá”. Wendy Ayala.
“Una casa es un microcosmos para quien vive en ella por lo que este sitio, al perder a quien le daba el sentido de refugio, también comenzó a morir poco a poco hasta que, después de ser intervenida (los objetos retirados, los techos resanados y las paredes pintadas) perdió su identidad”.
La muerte transforma a los hogares en casas, y luego en inmuebles, y así hasta llegar a las ruinas frías y húmedas con paredes condenadas al desgaste, como si ellas mismas se fracturaran por la soledad. Quizá llegará un nuevo habitante y entonces los muros y los pasillos recuperarán su “humanidad” pero para quienes compartieron ahí sus recuerdos ya no será más que un espacio difuso sin nombre, sin identidad.
“La serie fotográfica “Epílogo”, a través del registro de los últimos momentos de la casa antes de convertirse en un espacio sin rastro de su antiguo inquilino, es el resultado de mi reencuentro con el sitio que fue hogar de mi papá y que murió con su ausencia hasta ser despojada casi por completo de todo rastro de memoria”.
Así, entre los marcos que no tendrán nuevas fotografías y los escombros, Wendy Ayala nos revela su intimidad, y nos enfrenta a la muerte como despedida pero también como un recuerdo de nuestra propia fragilidad porque en sus imágenes enfrentamos nuestro miedo ante la certeza de que algún día entre esas fotografías devoradas por el tiempo hallaremos a nuestros abuelos, a nuestros padres y a los seres queridos que se irán como nosotros y dejarán tras de sí las ruinas de una casa vacía. Y con ella, la esperanza de nuevos inquilinos que la ayuden a sanar.
Conoce más de su obra en su cuenta de Instagram @wendy.aiara
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