Cuando volvió de Europa revolvió inmediatamente el agua de todos los pantanos de la antigua Tenochtitlán. Predicó teorías estéticas, pintó con pinceles increíbles, frías sensaciones de color. Acaudilló huelgas. Escribió críticas que echaban chispas. Agitó al pueblo. Estafó a una porción de bobos. Empeñó las cámaras de todos sus amigos y conocidos orquestando exposiciones y protegió a decenas de artistas jóvenes. En una de estas exposiciones, hizo vender todos mis cuadros para que yo me fuera a Europa. Se demostró prosista, poeta, vulcanólogo, botánico, minero, yerbero, astrólogo, hechicero, malabarista, anarquista y totalitarista… editó periódicos, organizó batallones rojos, saqueó iglesias… y reunió alrededor de él, y apoyó con dinero, a un grupo de jóvenes artistas de mayor valor en aquel tiempo, entre ellos José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Joaquín Clausell, a quienes exhortó a romper con las pautas tradicionales y aventurarse a crear con mayor audacia y libertad.
-Diego Rivera
Un pintor que participó en el movimiento de la revolución y vivió los estragos de un mundo en ruinas, que habitó en las calles después de 1920, encarcelado por tener una ideología firme, a quien los niños de la calle enseñaron a encontrar fruta podrida de los basureros para lograr sobrevivir, del que sus amigos se alejaron por mostrar su pasión desmedida, que su novia casi le incrusta cuatro balazos, el pintor que vio nacer a un volcán.
Tal vez esto es poco para describir al Dr Atl, un pintor que muchos sólo ubican por sus creaciones pasaijísticas y la invención del color que lleva su nombre, pero el Dr Atl es mucho más que eso: su trabajo representa momentos cumbres en las vanguardias artísticas, los grandes muralistas mexicanos aprendieron técnicas de él, se convirtió en su maestro, y su ideología revolucionaria le costó convertirse en casi un paria de la sociedad.
Ayudó a reclutar hombres para combatir en los Batallones Rojos, esas tropas que apoyaban al gobierno constitucionalista durante la Revolución. Sirvió al presidente Carranza para derrocar a Álvaro Obregón, lo que le ganó un encarcelamiento después del asesinato de Carranza; sin embargo, el Dr Atl, hábil y lleno de vida, logró escapar y esconderse para terminar como un indigente de La Merced.
Sin embargo, la misma razón que lo llevó a la cárcel, lo salvó de las calles. Muy débil, casi sin poder caminar, cansado y con hambre, vagabundeaba por las calles cuando un hombre se le acercó y le preguntó si él era el hombre que años antes lo había reclutado para los Batallones Rojos. Cuando supo que en realidad era él, ofreció sus servicios pues, le aseguraba, estaría siempre en deuda con él por darle la oportunidad de luchar en la revolución de su país. El hombre, portero del abandonado convento de La Merced, le ofreció un cuarto en la azotea para que no tuviera que convivir con los fantasmas y espíritus de los antiguo monjes.
Gerardo Murillo, quien después cambió su nombre a Dr Atl fue un gran pintor mexicano, pero en esos tiempos, era mejor conocido por sus exhibiciones en la azotea del convento, fornicando, desnudo junto a Nahui Olin tomando el sol en medio de las cúpulas o simplemente peleando cuando los incontrolables celos o la incipiente relación, parecían más potentes que su amor.
Desde joven, el Dr Atl había tenido espíritu revolucionario, en 1898, mientras se encontraba en Italia, los pobladores se manifestaban contra el alza del pan. La policía los reprimió con severos golpes que dejaron varios muertos y heridos. Entre ellos, agitando su sombrero, estaba un joven pintor mexicano de complexión delgada, su barba característica, nariz afilada, ojos profundos y de baja estatura. Huyó a Madrid después de la golpiza propinada pero su espíritu, aunque decaído, no murió.
El gobierno de Porfirio Díaz lo becó para perfeccionar sus estudios de pintura en Europa, lo que incluía dinero suficiente para el traslado y hospedaje. Cuando llegó, un año antes de la paliza que los policías le dieron, entró al Real Instituto de Bellas Artes de Roma. Más tarde se trasladó a París para continuar con cátedras de filosofía de Henri Bergson, quien ganara el Premio Nobel. Murillo era brillante; ganó la medalla de plata por un autorretrato en la Exposición Mundial de París y sus obras después estuvieron en los museos más importantes de Europa.
Aprendió el impresionismo y posimpresionismo, mismos que se observan en algunos de sus cuadros menos famosos, pero odiaba al cubismo sobre todas las cosas. El puntillismo y los desnudos se combinaban para crear piezas magníficas de las que ni siquiera hay testimonio en Internet y a cambio, llevó a París su afición por la vulcanología, tema del que se enamoró profundamente.
Sin embargo, tras el golpe de Estado del General Victoriano Huerta y la muerte de Madero, regresó a México y juró lealtad a Venustiano Carranza. Se convirtió en intermediario de Carranza y Zapata y cuenta el biógrafo Luna Arroyo que Zapata le dijo “usted es el único enviado del carrancismo que me da la impresión de ser un hombre sincero a pesar de que apenas tengo unas horas de conocerlo”.
A su regreso fue profesor de la Academia de San Carlos pero Atl traía la tradición europea, ya no buscaba las técnicas clásicas academicistas que aún se enseñaban de este lado del mundo, Atl comenzó a enseñar las vanguardias y para los jóvenes pintores, esto se convirtió en una verdadera revolución. En ese salón de clases estaba Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, quienes después se convertirían en los artistas más importantes del México posrevolucionario.
El joven David Alfaro Siqueiros escribió en su autobiografía cómo el Dr Atl puso en la entrada de la escuela un letrero escrito a mano que decía “también con ladrillos se hace revolución”. Se convirtió en símbolo de admiración por burlarse de los métodos de enseñanza existentes y marcó un programa que implícitamente condujo a los jóvenes al muralismo. De hecho, Orozco aseguró:
“Nos hablaba con mucho fuego de la Capilla Sixtina y de Leonardo ¡Las grandes pinturas muralistas! Los inmensos frescos renacentistas… Los dibujos que hacía Atl eran de gigantes musculosos en actitudes violentas como los de la Sixtina. Los modelos que copiábamos eran obligados a parecerse al juicio final”.
Cuando ya estaba asentado en el Convento de La Merced, el ingeniero Alberto J. Pani, amigo de su adolescencia, le recomendó hacer una monografía a Álvaro Obregón y el presidente por fin lo perdonó. Se hizo cargo del Convento de La Merced, de su cuidado y conservación por órdenes gubernamentales. Hacía excursiones al Popocatépetl y el Iztaccíhuatl de los que escribió los más hermosos versos.
Más tarde conoció a Carmen Mondragón, a quien bautizó como Nahui Olin, su primera impresión lo cautivó, “entre el vaivén de la multitud que llenaba el salón, se abrió ante mí un abismo verde como el mar, profundo como el mar: los ojos de una mujer. Yo caí en ese abismo instantáneamente como un hombre que resbala de una alta roca y se precipita en el océano”.
Mujer apasionada que convirtió su vida en un intenso y fúrico volcán, como aquellos que pintaba. Veinte años más joven que él, era considerada la mujer más bella de México.
Nahui Olin y el Dr Atl fueron la dupla perfecta y explosiva que causaba terremotos intensos de pasión en el convento de la Merced, su hogar. Vivían cada momento como si fuera el último, como si quisieran consumirse de pasión y resucitar al siguiente día para comenzar otra vez. El Dr Atl y Nahui Olin formaron una dupla excéntrica que vivía su día a día con tanta pasión que las discusiones, los celos y el romance, poco a poco los consumieron.
Los celos de Nahui Olin se hicieron insoportables, una noche, cuando Atl dormía, Olin desnuda se tendió sobre él y le puso una pistola en el pecho. Forcejearon y cuatro balazos se incrustaron en el suelo. Sus amigos se alejaban ante los constantes pleitos que había en esa azotea que un día fue su refugio. Hasta que después de diferentes escenas de violencia, Nahui lo abandonó con una nota:
“Enamorado de quien nunca te ha querido –cabrito– te he puesto los cuernos con 20 enamorados de verdad –viejo loco, te crees inteligente porque explotas el talento de los demás– qué me importa tu despecho. Te mueres de rabia porque soy la ambición de todos los jóvenes de México. Tengo ya mi novio que es un cantor italiano de la ópera y no necesito de ti”.
Vio el nacimiento del Paricutín en el 43, pasaba cerca del cráter tomando apuntes pero se lesionó la pierna derecha y más tarde se la amputaron “creí que iba a tener un niño, pero me cortaron la pierna y salí sin niño y sin pierna”.
Ya no podía subir a los volcanes pero sobre avionetas y helicópteros comenzó a hacer aeropaisaje. Sus biógrafos lo señalan como fantasioso y mitómano; simpatizante del nazismo y el franquismo, antisemita, creyendo lo peor de Cárdenas. El Dr Atl intentó cambiar el mundo y lo hizo en buena medida. En sus últimos años dejó de creer en el amor pero loco y revolucionario su vida privada como él dijo, es tan prohibida que la Iglesia y la sociedad la vetarían.
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La época en la que el Dr. Atl conoció a Nahui Olin, su vida cambió completamente. Los dos se volvieron locos de amor y pasión y ella terminó en la perdición total, para conocer más al respecto puedes ver el artículo “Nahui Olin, hermosa locura” y si aún dudas de la importancia de quien fue el mejor ejemplo para todos los muralistas, te presentamos un listado con “Los artistas mexicanos más representativos”.
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Referencias:
Revista de la Universidad
The Guardian
Excélsior