“Un genio no puede ser juzgado más que por el genio”.
-Giorgio de Chirico
El ser humano siempre se ha preguntado cuál es el significado certero de su lugar en el mundo y universo. La finalidad total de su corta existencia y las realidades que tenemos, en la que, según la psicología, no hay una realidad total, todo depende de que conozcas para que esa sea tu realidad, por lo que difiere con la de los demás.
El artista plástico griego Giorgio de Chirico siempre se preguntó esto y, con una exploración de diversas ciudades en las que vivió, logró concretar su obra en pinturas que describen al ser humano y su entorno de un modo abstracto y casi surrealista.
Utilizó la metafísica para explicar y explotar su obra, la que pone en contexto al ser humano en lo más fundamental de su existencia, su relación con la naturaleza junto con sus componentes y estructura.
Nacido en Grecia, incluye el arte clásico en su obra. Después viaja a Italia y en Florencia conoce el arte renacentista e incluye el paisaje lineal y geométrico en su pintura. Al no estudiar arte en Francia, como todos los de su época, la percepción de Chirico era más estudiada y guiada por la razón, al contrario de la belleza, sin excluirla. Alemania fue su gran escuela y ahí, junto a los textos de Nietzsche y Schopenhauer, creó una corriente en la que sus puntos básicos eran el ser humano y la explicación sobre el porqué de su existencia: corriente metafísica.
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Chirico juega con la imaginación del espectador y provoca preguntas sobre lo tanglibles y reales que son las cosas que nos rodean. No excluye la idea de soledad con la que el ser humano pelea todos los días, reflejándolo en los colores y espacios vacíos que se encuentran en la mayor parte de sus obras.
Los maniquí y estatuas eran una constante en la obra del artista griego, combinándolos con los paisajes de ciudades solitarias su obra alude a los sentimientos y emociones del ser humano; son seres que tienen vida, pero que parecen inertes ante su realidad.