La sensualidad y la belleza se han pensado o incluso tipificado de muchas formas desde tiempos inmemoriales, sobre todo aquellas que se han buscado en la figura femenina como elementos que por naturaleza viven en la mujer ahistórica. La obra de Fernando Botero explora distintas formas de representación para el atractivo del cuerpo humano en el análisis de lo artístico y de lo ritual en el mundo que nos precede, intentando movilizar, aunque sea, un poco los cánones impuestos hasta ahora.
Considerando a la pintura renacentista, Botero, el artista colombiano más importante —con vida—, desde sus inicios dirigió su mirada a un cuerpo que nada tiene que obedecer a los moldes hiperestetizados que conocemos en la actualidad; su preocupación por hallar volúmenes mayores a aquellos impuestos por el mercado y por la mente contemporáneas le hizo aventurarse a terrenos ya andados por el arte precolombino, popular, etrusco, entre varios.
A pesar de que mucho se ha supuesto sobre una sensualidad recobrada con un puro interés por reivindicar las curvas de los femenino, lo varonil y lo fértil, lo cierto es que en un estudio artístico por parte del pintor y escultor, se ha intentado conseguir voluptuosidades que vuelvan a las revoluciones que dieron originalidad y plasticidad a los caballetes más allá de una apertura a las otras bellezas, pues no se centra exclusivamente en la estructura humana. Aunque no podemos omitir esta relevancia que facilita la visión de lo “diferente”, claro está.
El volumen impuesto a los cuerpos retratados por Botero (o esculpidos incluso) poco persiguen la gracia fácil o el antropomorfismo exótico, más bien se perfila a una excitación intelectual o estética que invita a la reflexión en torno a la sensualidad, entendida ésta como una reacción ante las curvas que implica la vida misma, un encuentro con los sentidos a partir de un espacio “relleno” que evoca existencia absoluta.
Efectivamente, lo sensual está en cada curva trazada por Botero, siempre y cuando se tome en cuenta que esto se traduce en una demostración excesiva por aquello que significa presencia, avance y meditación.
“En mis cuadros hay cosas improbables, no imposibles.”
F. B.
“Mi manera de pensar se refleja en mi trabajo, que tiene gran respeto por la tradición. A la vez, es una expresión moderna y contemporánea de la pintura.”
F. B.
“El arte es espiritual, un respiro inmaterial de las dificultades de la vida.”
“Cuando comienzas una pintura, es algo que está fuera de ti. Al terminarla, parece que te hubieras instalado dentro de ella,”
F. B.
“En el arte abstracto hay cosas muy bellas. Lo que pasa es que yo considero que el arte abstracto es incompleto. Es muy bello porque es muy decorativo, hay unos colores maravillosos, formas muy hermosas; pero la mejor definición que conozco de la pintura la dio Poussin, el gran maestro del siglo XVII. Dijo que la pintura es una expresión que se hace sobre una superficie plana con formas y colores para dar placer. Eso le falta al arte abstracto: hay un placer de ver el color, la forma, pero no produce ese sobrecogimiento de la pintura figurativa.”
F. B.
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Referencia:
Euronews