Cuenta el mito de Ovidio, que Apolo, dios de las artes y la música, fue maldecido por Eros, el dios del amor y el sexo, tras burlarse de él por jugar con un arco y flechas:
“Dime, joven afeminado: ¿qué pretendes hacer con esa arma más propia de mis manos que de las tuyas?”- Le dijo Apolo a Eros – “Yo sé lanzar las flechas certeras contra las bestias feroces y los feroces enemigos. Confórmate con que tus flechas hieran a gente enamoradiza y no quieras competir conmigo.” Eros, irritado y vengativo, tomó dos flechas: una de oro para incitar al amor, y otra de plomo que despertaba el odio. Disparó la de oro a Apolo, quien se volvió loco de amor hacia Dafne, una hermosa ninfa hija de la Tierra y del río Ladón, a quien Eros disparó con la flecha que provocaba desprecio y desdén. Hasta el ataque de Eros, Dafne había huido del amor y de varios amantes por encontrar verdadera pasión en la caza y en explorar los bosques, pidiéndole a su padre que la dejara mantenerse soltera; pero tras el “hechizo” de Eros, Apolo empezó a perseguirla consistentemente, y le rogaba que se quedara con él. Cuando Apolo logró acercarse a ella, la ninfa pidió socorro a su padre, quien la convirtió en laurel. Poco a poco su piel se fue convirtiendo en corteza, sus brazos en ramas, y el cabello en hojas.
Apolo y Dafne, Bernini, 1622-25
“Apenas había concluido la súplica, cuando todos los miembros se le entorpecen: sus entrañas se cubren de una tierna corteza, los cabellos se convierten en hojas, los brazos en ramas, los pies, que eran antes tan ligeros, se transforman en retorcidas raíces, ocupa finalmente el rostro la altura y sólo queda en ella la belleza” – Ovidio Desde ese momento, como Apolo ya no pudo tomarla como esposa por su nuevo aspecto, le prometió aunque en forma de árbol, amor eterno. Le juró además que sus ramas coronarían para siempre las cabezas de los grandes héroes, y le dio ofreció el regalo la eterna juventud e inmortalidad. La pobre Dafne, ni con su sacrificio de volverse árbol, pudo escapar, carnalmente, de los brazos de Apolo.
Apolo y Dafne, Benedtto Luti, 1770
El mito de Ovidio, no es una historia romántica entre Dafne y Apolo; aunque esta sea la imagen que dan las obras de arte que recuerdan esta historia. La ninfa, joven y bella, debió de renunciar a su libertad y a su cuerpo, y volverse casta para no caer en las garras de aquel dios obsesivo e insistente que deseaba poseerla, hacerla suya.
Estudios iconográficos recientes aplicados a la famosa obra El Beso, de Gustav Klimt, han interpretado que este beso, lejos de ser un beso de amor, representa el momento en que Dafne está en el proceso de metamorfosis hacia convertirse en laurel, y como Apolo la intercepta. Por ello, la postura de la mujer arrodillada, no sería un acto de sumisión frente a su amado, sino más bien ese momento en el que decide entregarse a la tierra para huir de él, y como le van surgiendo poco a poco ramas y raíces en dirección a la tierra.
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