Los vampiros están de moda, y eso es un hecho que no se puede negar. Familias como los Cullen y los Salvatore resuenan en muchos programas de televisión y librerías. Actualmente se sabe que el tema es un bestseller y un producto taquillero en los cines. Y es que los vampiros pasaron de ser monstruos atemorizantes a los que se les tenía un profundo respeto, a playboys con autos de lujo, ¿cómo es que se ha dado este cambio tan repentino?
Stephanie Meyer, autora de la saga Crepúsculo (2005 – 2008) es la causante principal de este fenómeno; sin embargo, no es la primera en escribir sobre chupasangres que se involucran de manera sexual y amorosa con humanos, su antecedente directo es L.J.
Smith es la autora de la saga: Crónicas vampíricas (1991 – 2013), en la que se narra el amor de dos hermanos, Stefan y Damon, por la misma chica: Elena.
El vampiro ha pasado por muchas evoluciones. En la Edad Media se trató de una criatura que representaba la maldad pura que habitaba en los bosques de los Cárpatos entre susurros de miedo; eran ellos quienes representaban la incivilización de aquellos países que no se habían convertido al cristianismo, simbolismo que es evidente en el tratado de Agustín Calmet: El mundo de los fantasmas.
En el romanticismo el personaje es retomado en sus cuentos y novelas como uno de los predilectos. Los hijos de la noche de esta época, más que ser representados por figuras tenebrosas y alejadas de la civilización, gozan de un aire seductor y enigmático, lo que siempre tiende a atraer a alguien para la única función de fungir como alimento.
Después de este movimiento los vampiros no tienen mucha relevancia dentro de la literatura; del siglo XX algunos títulos rescatables son Soy leyenda (1954) de Richard Matheson y Salem’s Lot (1975) de Stephen King. En ésta última se retoma la idea del vampiro extranjero, sólo que, en esta ocasión, la locación en la que se realiza toda la acción es Estados Unidos, lo que lo hace novedoso debido a que historias de este tipo se desarrollaban, como ya se ha mencionado, en países lejanos.
Y es entonces, a finales de este mismo siglo, que surge una autora imprescindible que cambió por completo el canon del vampiro: Anne Rice, escritora estadounidense creadora de Entrevista con el vampiro (1976). La causa del revuelo de esta novela reside en que los personajes no se presentan en tercera persona sino en primera; además, poseen dilemas emocionales que los hacen, por decirlo de alguna manera, humanos. Sin embargo, no por ello dejan de poseer las habilidades que los hacen tan atractivos: fuerza increíble, seductores, elegantes, extrovertidos, hasta cierto punto excéntricos y, si tuviéramos que agregarle algo más gracias a estos escritos, es la gran cultura e intelectualidad de la que son poseedores.
Ahora llega Meyer con sus vampiros brillantes, cursis y con un afán irreverente de querer ser parte de la sociedad humana. Estos personajes rompen con todo lo enigmático que significaba ser vampiro, pues ya no hay misticismo en ellos, sólo un deseo desenfrenado de querer ser como ellos, pues representan todo lo que le humano quiere: juventud, riqueza y elegancia.