5 días bastaron para que Srebrenica sufriera una limpieza racial inimaginable donde murieron niños, mujeres, hombres y animales. El llamado “genocidio de Srebrenica” se llevó a cabo en 1995 y la misión era eliminar a los varones bosnios musulmanes; sin embargo, esta masacre incluyó a más de 8 mil personas de la etnia bosnia musulmana, a pesar de ser, en aquel entonces, una zona protegida por los Cascos Azules holandeses de las Naciones Unidas.
Hombres y mujeres sobrevivieron, pero la herida que les quedó sigue abierta. Es considerado el genocidio más grande en Europa luego de la Segunda Guerra Mundial, pero fue también un escaparate para que cientos de personas levantaran la voz contra la violencia que día a día se ejerce alrededor del mundo. Luego de conocer la historia y las adversidades que los afectados estaban sufriendo, la artista y activista Maja Bajevic viajó para brindarles su apoyo y conoció a cinco mujeres sobrevivientes de la matanza. Éstas le contaron las barbaries de las que fueron víctimas y juntas decidieron crear un proyecto artístico llamado “Women at Work”.
Maja Bajevic, preocupada por el bienestar de las mujeres del mundo, vivió la expulsión de su país, la entonces Yugoslavia, luego de que éste entrara en conflicto y desapareciera del mapa, reubicando a sus habitantes en otros sitios. Desde ese momento, la artista ha permanecido al tanto de cualquier conflicto que se presente en el mundo y que afecte a personas inocentes.
Por ello, en conjunto con las otras mujeres, creó un performance dividido en tres actos que dio la vuelta al mundo, empezando en la Galería Nacional de Bosnia, en 1999.
“Women at Work – Under Construction” es la primera fase del performance que duró cinco días (los mismos que el atentado). Estas mujeres rodearon el lugar con andamios y ellas, dentro de la construcción, realizaron actividades domésticas como lavar, coser o cocinar, lo que provocaba el enojo de otras mujeres. En cada actividad se explicaba por qué las realizaban; por ejemplo, aquéllas que habían perdido a sus esposos en la matanza, sólo podían sobrevivir por medio de la costura y el bordado.
La segunda fase se tituló “Women at Work – Observers”, que mostraba el cuadro “Regentesses of the Old Men’s Almshouse”, primero como una foto y posteriormente, la artista Alma Suljevic la pintó. El perfomance consistía en ver a las mujeres en el castillo Chateau Voltaire mientras bordaban y cosían. La elección de la pintura holandesa se hizo por el origen de los Cascos Azules que supuestamente cuidaban Srebrenica al momento del ataque. Las mujeres del cuadro desafían al espectador con su mirada, ahora ellas observan la vergüenza cuando la audiencia recorre sus rostros.
Finalmente está “Women at Work – Washing Up” y tuvo lugar en Estambul en el año 2000. En esta ocasión, las mujeres se reunieron para lavar ropa que ellas mismas habían tejido y bordado con las consignas de la era de Josip Broz Tito, dictador yugoslavo . No dejaban de enjuagar una y otra vez hasta que deshacían las prendas porque, en su opinión, era lo que Tito hacía: destruir y permitir el fin de su pueblo.
Luego de estas tres etapas, Maja Bajevic, aún preocupada por el trato a las mujeres en el mundo, se propuso dejar de lado su labor como fotógrafa para crear otro performance en honor a aquellas que realizaban trabajos para alejar la violencia de otras mujeres. Así que, honrando su valiosa labor alrededor de la erradicación y prevención de la violencia de género, así como de la defensa de los derechos humanos, creó en 1999 (incluso antes de que terminara el performance anterior) el concepto de “Dressed Up”, que consistió en enfundarse en un vestido con el mapa de Yugoslavia durante 7 horas. La tela era un material frágil, fácil de romperse, pero también resultaba una tela tibia para cualquier momento, brindaba calidez y un poco de frescura. Así era su natal Yugoslavia, acogedor y frágil, tanto que para entonces ya había desaparecido.
La artista no paraba de protestar, por ella y por su vida. Aún en la actualidad, su modus vivendi gira en torno a la rebeldía y la defensa de los derechos humanos, en especial de aquellas mujeres que no son escuchadas. Por ello, en 2004 acudió a Barcelona, donde encontró una comunidad llamada La Mina, que había sido engañada con la venta de algunos departamentos. El gobierno se “los vendía”, pero eran de muy mala calidad, tanto, que los compradores quedaron atrapados dentro de ellos. La zona de escasos recursos fue la inspiración para que Bajevic volviera a hacer un performance en honor a los afectados.
Así creó “La Mina”, performance que se titulaba del mismo modo que la comunidad. Durante el espectáculo cuatro mujeres y la artista cubrían una rejilla de alambre de púas con hilo de lana que poco a poco iban tejiendo. La reja dejaba pasar la luz, así como el frío del país europeo, por lo que la tela era metáfora a la carne humana y los sujetos que vivían en aquel lugar, ya que, a pesar de las desdichas e incomodidades que causaba el sitio, los habitantes se mantenían unidos, dándose calor y reconfortándose entre sí.
Ese performance demostró que a la artista no sólo le importan aquellos temas que le son afines por su situación; sino también es sensible a otras problemáticas, como la simple decadencia humana. Así, con un profundo dolor por las causas sociales, ya que no sólo afecta un grupo, sino a todos como sociedad, Bajevic se pregunta, ¿a dónde llegaremos como humanidad o cómo terminaremos en armonía si nos atacamos entre nosotros? Por ello, recientemente Maja Bajevic montó en España una exposición llamada “Continuará”, que expone plataformas altas en las que el espectador (en algunos países) puede lanzarse o simplemente mirarlas; incluye un monumento con cinco pantallas en las que se ven una serie de videos con el título Wende, palabra alemana que significa giro o vuelta y es usada para referirse a la caída del Muro de Berlín. De igual manera, contiene archivos con frases publicitarias de la Revolución Industrial, un cristal lleno de polvo en el que muestran leyendas y consignas escritas con la suciedad, así como otros objetos que fueron parte de momentos históricos que han demostrado que la humanidad es un verdadero caos.
Así, entre el dolor de la guerra y de la vida, Maja Bajevic busca refugio y tranquilidad en el arte y sus expresiones. Ella espera hallar aquello que la haga salir adelante sin la necesidad de protestar; no obstante, cree fielmente que entre más grite y se oponga, más escuchada será. Por ello, a sus 46 años, no piensa rendirse, sino recuperar lo que algún día tuvimos y dejamos ir como humanidad: libertad.