Cuando contemplamos una obra de arte, por ejemplo una pintura o una escultura, tendemos a buscar el goce estético, a contextualizar la obra o indagar en el propósito del autor; pero pocas veces vamos más allá de lo estético y lo abordamos cuantitativamente. Es curioso que en el movimiento surrealista haya existido una tendencia prácticamente anti-onírica que incluso buscaba justificar las obras con ciencia.
«Aunque no sea científico debo confesar que los acontecimientos científicos son los únicos que guían mi imaginación.» Dalí
Desde su juventud, Dalí tuvo una obsesión con las matemáticas, la física, la mecánica cuántica y toda una serie de descubrimientos científicos, se dedicó a estudiarlos y comprenderlos. El pintor demostró que su pintura es ciencia matemática ilustrada y se ejemplifica a través del recurso que utilizó en muchas de sus obras; una medición que le sirvió para explorar la geometría hasta identificarla con la naturaleza. Hablamos de la proporción áurea.
La proporción áurea, divina proporción o número divino
Visualmente la podemos identificar como la división en dos de una línea; de forma que si dividimos el segmento más grande entre el más pequeño obtendremos el mismo número que si dividimos la línea completa entre el segmento más largo.
Una vez que hemos dividido el rectángulo a partir de esta sucesión numérica, unimos algunos de sus vértices con una línea espiral hasta obtener la imagen de la proporción áurea.
Con esto, queda demostrado que arte y ciencia se identifican por ser ambas formas de conocimiento, siendo así que en los cuadros de Dalí no podemos separar un concepto de otro, he aquí dos claros ejemplos:
Semitaza Gigante Volante, con anexo inexplicable de cinco metros de longitud
Salvador Dalí, Semitaza gigante volante, con anexo inexplicable de cinco metros de longitud, 1946. / Foto: Wikimedia CommonsAl ver la taza, podemos trazar con la mente una sucesión de rectángulos en los que no resultaría difícil unir sus vértices hasta conseguir una espiral áurea que acabará difuminándose en la línea de sombra dominante en la parte alta del cuadro mientras que el “anexo inexplicable” del título del cuadro y que sale del asa de la taza, prolonga el dibujo hacia arriba, y justifica las dimensiones del cuadro.
Leda Atómica
Este cuadro grita ciencia por todos lados, desde el nombre que hace referencia al descubrimiento de la partición atómica que a su vez se representa como los elementos fragmentados y en suspensión, sin contacto alguno entre sí, ni siquiera el mar con la arena, todo flota, pasando por los elementos alusivos al aprendizaje y a las matemáticas como la escuadra y varios libros. Finalmente, encontramos la proporción áurea, en esta ocasión, enmarcando a Gala, la musa y esposa de Dalí. El artista representó y exaltó su admiración por ella al encuadrarla en la perfección matemática de las figuras de la proporción áurea.
Foto: Wikimedia Commons
«Salvador Dalí era un hombre de muchas inquietudes. Una de ellas era el mundo científico, tal como nos muestran tanto su obra como el legado de su vida. En su biblioteca encontramos un centenar de libros y revistas científicas que lo hacían estar continuamente al día y a las cuales estuvo suscrito hasta el momento de su muerte. De esta forma, a través de su obra podemos realizar un recorrido histórico por los acontecimientos científicos de este siglo, al menos por los que le impresionaron especialmente». Señaló Carme Ruiz, Jefa de Conservación y Restauración de la Fundación Dalí.
Así como Dalí realizó la composición de varias de sus obras, muchos otros artistas han trabajado con relación a la proporción áurea ya que esta brinda una mayor armonía visual.
En portada: Salvador Dalí, La última cena, 1955. Intervenida.
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