Algunas personas tienen sexo para ser amadas. Sí, suena jodidamente triste, pero es verdad. La necesidad de tener a alguien al lado, de escuchar su respiración, de sentir el calor proveniente de su piel, de sentirse menos solo por un rato es el deseo de millones de mujeres que intercambian la calidez de sus cuerpos a cambio de un poco de cariño.
Si esto ya es lo suficientemente horrible para imaginar, ¿qué sucede cuando esto no ocurre?, ¿qué pasa cuando el amante termina por irse a los pocos minutos de obtener el placer sexual?, ¿qué queda cuando la culpa viene a visitar la buena conciencia de lo que, se supone, una dama debe pensar o sentir?
Una tristeza que no cabe en el pecho, una soledad que de tan pesada, agota. Un vacío tan profundo que acaba por hundir cualquier tipo de esperanza sobre el porvenir. Es entonces cuando viene el remordimiento, “¿por qué diablos lo hice?”.
Algunas personas se sienten más enamoradas después del sexo, otras se sienten relajadas, algunas más se sienten satisfechas, pero en este tipo de casos la decepción y la furia se instala en la mente y en el corazón de quien la sufre. El placer paroxístico del orgasmo cobra facturas al final, y aunque hubo cierto disfrute, es en la soledad cuando estas mujeres se enfrentan a sus verdaderas y frustradas intenciones de poseer al otro sin lograrlo.
No es un trastorno médico que aparece de manera común y pueda ser tratado con medicina, no es una mala jugada hormonal o un desbalance proveniente de la mala alimentación; es el resultado de las malas decisiones que se han tomado de por vida. Es volver a llamar al ex que creías haber superado, es involucrarte —otra vez— con el tipo que juraste jamás caer. Es saber que, al final, nada de lo que has hecho por sentirte menos sola valdrá la pena.
Estas pinturas pertenecen a Milan Nenezic, un artista que vive y trabaja en Belgrado. Su obra ha traspasado las fronteras de su país y recorrido el mundo entero. En entrevista con la revista Makamo, reveló: «estoy particularmente interesado en los diferentes estados de conciencia, su efecto sobre la percepción del tiempo y del espacio, o sea, de lo que llamamos realidad».
Y continúa: «un hombre enamorado percibe la realidad de un modo totalmente diferente a como lo hace uno que ha sido abandonado, y por eso, la gente de alrededor verá a ambos de forma distinta. El estado soporífero de la conciencia, junto con el simbolismo de los sueños, es otra parte importante de mi obra».
El artista busca infiltrarse en la existencia privada de diferentes tipos de individuos, convirtiéndose en un observador abierto y hacedor de su propio universo. Cada una de estas pinturas es una mezcla de dibujos y fotografías percibidas en una misma atmósfera que tienen como resultado el retrato perfecto de la inevitable soledad.
Conoce más del trabajo de Milan Nenezic desde su página oficial y síguelo en Instagram para no perderte ninguna novedad.
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