Hace poco platicaba con mis amigos la influencia que tuvo Disney en los estereotipos físicos e ideales de nuestra generación; jóvenes adultos que ahora están en sus 20 ó 30. Señalábamos la frase del “príncipe azul” y “amor a primera vista”, conceptos que inconscientemente fueron implantados en nuestras cabezas y se convirtieron en la aspiración por excelencia. Estos contenidos eran muy funcionales en esa época, historias de color de rosa, una relación duradera y un: felices por siempre. La dependencia era totalmente dirigida hacia la televisión y, en este caso, al cine… la tecnología aún no jugaba un papel tan trascendental.
Una de las cosas que más conciernen a los padres es saber qué ven sus hijos. Hoy, tanto en la televisión como en el cine existen muchos temas que en nuestra época eran difíciles de acceder. La facilidad de información ha generado jóvenes generaciones mucho más abiertas que antes, por lo que los medios de comunicación están conscientes de lo necesario que es ofrecer mejores contenidos, más actualizados y con comprensión de las necesidades de los espectadores… El estudio Disney no es la excepción
Disney lleva muchos años haciendo películas para niños, gran parte de ellas se mantienen en la memoria de muchos, ahora adultos, que crecieron con ellas. Sin embargo han comprendido que no podían quedarse con las mismas temáticas y premisas, los niños de ahora tienen más cercanía con la tecnología, las tablets se han vuelto una compañía informativa inseparable. La violencia ya no es algo que les sea indiferente, así como muchos otros temas.
En el último par de años han producido películas con nuevas perspectivas. Un claro ejemplo es Frozen, una historia que en su momento se le comparó con El Rey León, pero con la singularidad que las protagonistas eran dos mujeres independientes que rompían con los estereotipos antiguamente creados, como que el personaje del príncipe, no tiene un papel trascendental en la película. Ahora, el estudio planea el proyecto de traer en live action algunas películas, iniciando con Maléfica, una propuesta diferente al famoso cuento de la Bella durmiente, una mirada desde la perspectiva de la “mala” del cuento… o es que acaso era la buena.
Ahora se encuentra en cartelera La Cenicienta, la historia de una niña que al quedarse huérfana se ve obligada a vivir, o más bien a atender a su poco amable y sufrible madrastra, además de soportar a sus alucinantes hermanastras. Cenicienta cuenta con la ayuda y compañía de unos pequeños ratones, sus confidentes y amigos. La ilusión se aviva cuando todas las damas del reino son invitadas a un baile para conocer al apuesto príncipe. La malicia de la madrastra da pie a un encuentro inolvidable, a una presurosa despedida, a una búsqueda sin fronteras y una sorpresa agradable.
Pero, qué tiene de diferente esta versión a la de dibujos animados más allá del live action. En esta versión se conoce el verdadero origen del nombre de Cenicienta, además que la bella protagonista tiene destellos de felicidad con su verdadera familia. Conocemos un lado materno del que no recibe desprecio; sino más bien un cariño sincero, junto con una promesa de vida que moldea la personalidad de la protagonista, valor familiar que hoy hace falta recuperar entre nuestros niños. El encuentro previo al baile entre el príncipe y la heroína que deja abierta la curiosidad y el interés, encuentro que se vuelve aliciente para la invitación al evento social. A diferencia de la película de 1950, en la que el baile era la justificación para el flechazo; cambio que refleja el cuestionamiento sobre el amor a primera vista y exige un conocimiento más amplio entre los personajes.
Una virtud de la película de este año es entender que la fantasía puede existir sin que los animales tengan que hablar literalmente, en este caso le dan un lenguaje suficientemente interpretable y un lado humano en el sentido de la comprensión y apoyo, sin que tengan que gesticular una sola palabra. Las canciones fueron otro elemento del que no hicieron uso; sin embargo, la magnífica narrativa de la película justifica esta decisión. Ambos casos muestran el cambio de necesidades en los niños de hoy.
Específicamente, el papel de la mujer en las últimas películas de Disney había cambiado: se les dio más independencia a sus personajes femeninos y desprenderlas de la necesidad de una figura masculina para olvidar la creación de la idea del amor a primera vista, permitía generar nuevos estereotipos de una mujer que no necesita de nadie para ser feliz. Justificada por todos los movimientos de exigencias y derechos de la mujer que han tomado fuerza en los últimos años. Se permite una separación entre géneros, que se juntan por el gusto de ser y no por la necesidad de estar. Sin embargo, en esta película no pueden dejar atrás el bello sentimiento del ser amado y del príncipe encantador pero, como mencionaba anteriormente, se otorga un contexto más amplio a la razón de ser de esa relación,en la que el gusto no es por algo físico, sino más bien un entendimiento intelectual. El personaje de Cenicienta es claramente letrado, exigente y noble.
Las enseñanzas morales siguen presentes, incluso el intento por recuperar ciertos valores perdidos, como la unión familiar y el amor verdadero. Pero lo que permite a Disney mantenerse es la comprensión e interpretación de temas dirigidos a los niños que entienden sus necesidades. Se agradece la renovación constante de este famoso estudio. Tal vez La Cenicienta sea una película dirigida principalmente a las niñas, por sus colores, los elementos empleados y los personajes; sin embargo, como ejercicio sería interesante que también llegue a los niños. El esfuerzo por crear conceptos que reflejen los cambios sociales y comunicarlos a los infantes, merecen ser vistos. La Cenicienta es una buena película de la nueva oleada comunicativa de Disney.