Supongamos que empezaste a echar fiesta a los 18 años, para los 28, en teoría, ya tendrías una década de experiencia en el arte del desmadre. A tu edad, se esperaría que ya no cometieras las necedades típicas que hacen que una fiesta ya no sea tan divertida, por ejemplo, vomitar en el sillón o tratar de pegarle al cadenero que te mandó a la fila.
Sin embargo, ser experto en la pachanga no es un asunto de edad, sino de a cuántas fiestas has ido y qué tanto has aprendido de cada una. Parece fácil, pero aguantar una noche de baile, cotorreo y bacacho y despertar sin cruda ni arrepentimientos es una habilidad que sólo se desarrolla con práctica y estrategia.
En la fiesta también hay niveles, para saber el tuyo, dinos cómo te diviertes y te diremos cuánta fiesta te falta (o te sobra).
1. Básico
Fiesteas al máximo, pero tu máximo son tres copitas
¿Te acuerdas de tu primera fiesta? Esa cuando armaste la vaquita con tus amigos y entre todos juntaron para un galón de tequila y otro de jugo (de esos que te dejan la lengua pintada)? Bueno, quizá también recuerdes (o no) cómo terminó todo dos vasos después.
2. Intermedio
Precopa, caminera, fiesta, after, cruda y el ciclo vuelve a repetirse.
Seguías recurriendo a la vaquita, pero tu instinto de supervivencia te incitó a subir tus estándares y comenzaste a elegir bebidas, mínimo, de envase de vidrio. Aprendiste cuánto rinde una patona y aunque el refresco se acabara seguías con tu misión de descubrir, a tapitas, a qué sabía la última gota de la botella.
Obvio al día siguiente te sentías como si te hubiera comido y luego vomitado un dinosaurio, pero no importa qué tanto te doliera la cabeza y la dignidad porque en cuanto te encontrabas con unos tacos de barbacoa, ya estabas listo para preguntarle a tus amigos qué se va a hacer hoy, aunque todavía no supieras qué pasó ayer.
3. Avanzado
Sabes cuándo seguirla y cuándo dar el bajón
Los jelly-shots dejaron de ser lo tuyo desde que descubriste que, contra todo lo esperado, tu vómito no era de colores. Con el tiempo has encontrado más opciones para mezclar tus tragos que refresco y juguito y no sabes si esta nueva sabiduría es porque tu paladar maduró o porque ya entendiste que entre más dulce el trago, más dura es la cruda.
A estas alturas, ya sabes cómo evitar que tu cuerpo expulse a la quinta cuba lo que invertiste en esa botella de ron; tienes un kit para la cruda, un protocolo en caso de cama voladora, otro en caso de amigo bulto y, casi siempre, ubicas en qué tacos terminar la fiesta antes de que la fiesta termine contigo.
4. Experto
Eres el alma de la fiesta
Ya no vas a todas las fiestas, sólo a las mejores. Siempre les preparas tragos a todos y sabes a quién sólo servirle agua mineral. Platicas, bailas, cantas, ligas y haces bromas que seguro recordarás al día siguiente. Nadie sabe cómo lo haces, pero mantienes tu personalidad desde que llegas hasta que amanece.
En la fiesta, como en todo en la vida, hay que aprender para superarse, por eso unos desertan, otros se estancan en el nivel básico y sólo los más dedicados se convierten en expertos.
¿Y tú, en qué nivel estás?
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