“Ser elegante es ser actividad, dinamismo y frenesí, y parecer contención, dominio y renuncia”.
Ortega y Gasset
La elegancia es una virtud difícil de alcanzar porque pasa desapercibida la mayoría de las veces y requiere gran atención al detalle. Es mantener la simplicidad hasta el punto en el que la moderación adquiera la cualidad de lo diáfano. Son precisamente esos detalles los que hacen de una vida algo más, una experiencia sublime a cada instante, un momento inolvidable a cada segundo. Actividades como tomar un baño caliente, caminar bajo la lluvia, disfrutar de un buen café por las mañanas, convierten cada ocasión en una razón para ser feliz. Este confort se encuentra dentro de cada uno, pero es verdad que hay objetos que facilitan el disfrute de la vida. Te presentamos un listado con esos objetos que hacen de los instantes experiencias deliciosas… elegantes. Objetos que a lo largo de la historia se han posicionado como íconos de la elegancia y el buen gusto.
El chocolate
Porque recubre nuestra boca de sueños y armonía. Es una combinación perfecta de lo amargo y lo dulce, un contraste que nos invita a volar. Probarlo nos distrae de lo que estemos haciendo y nos hace concentrarnos únicamente en lo delicioso que puede ser vivir. Es discreto, pero a la vez su presencia se hace notar por un rico aroma reconocible para todos.
La seda
Porque es un material muy versátil. Es tan resistente que las balas de un arma no la perforan, pero es tan suave que dormir en sábanas de seda puede ser una de las vivencias sensoriales más exquisitas, baña la piel de caricias. Cuando hace frío nos protege y cuando hace calor es fresca. Además, es tan ligera como el aire.
El espejo
Porque es la síntesis estética de todo. Es el reflejo del mundo en el que se coloque, se convierte en todo y nunca deja de ser él. Es la manera sutil de evidenciar nuestros vicios, virtudes y vivencias sin decir una sola palabra, sin hacer un solo gesto, se queda ahí fijo e inerte como espectador de nuestros años.
El negro
Es la antítesis de la luz, el complemento de lo bueno, el ying yang. Es tan rebelde que aunque se exponga a la claridad no pierde sus propiedades lúgubres. El negro es por excelencia el color de la elegancia porque no obedece al tiempo y nunca pasa de moda.
El vino
Porque es la bebida del espíritu, la que invita al hombre al refugio de su calor y a la desgracia del alcohol. El vino nos ha acompañado en cada paso de la historia y sigue siendo testigo de este progreso social que raya en lo ruin.
El diván
Por su forma de cuerpo humano tendido, y por la manera que los cuerpos adoptan sobre éste, el diván es un mueble precioso. Induce, además, estados fantasmagóricos de ánimo y su nombre, la mera palabra, es pura gracia.
La lluvia
Es elegante porque una gota es casi imperceptible, inodora, incolora, es casi aire. Pero muchas de ellas nos pueden empapar hasta las ansias. Su discreción para arrasar la convierte en la femme fatale de los fenómenos naturales, y todos tenemos una relación de amor y odio con ella, mientras que ella nos ignora y hace su voluntad sin pedirle permiso a nadie.