La miras y la ves reír como si fuera la única del lugar, sus ojos brillan, su piel es radiante, su energía es intensa y su voz es música para ti. Es verdad que antes estuvo rota, pero no es por esto que se caracteriza, ella es sublime e increíble, es fantástica, es grande. Sus heridas no son su historia, lo son sus logros y cómo logró sanar lo del pasado. Mira, obsérvala, es ella; libre, fuerte, guerrera y orgullosa. Sonríe sin temor a nada, como si la vida del mundo dependiera de esa curva esplendorosa, como si ese corazón fuera intocable –aunque lo fue– y siempre haya derrochado tanto y tanto amor. Mira cómo desborda dulzura, mira cómo la magia le sale por todo el cuerpo, cómo transmite cariño y locura al mismo tiempo, mira cómo ella que, aunque haya estado rota, es perfecta.
Mira la intensidad con la que te ama, mira cómo te permite entrar en ella y te deja ver cómo realmente es. Mírale las heridas y bésaselas, porque tú no lo notas, pero ella las porta con orgullo porque, al final, son parte de lo que es. De la mujer invencible que es. No tienes mucho qué pensar, no puedes saber si será el amor de tu vida, pero lo será de tus días, no hay duda: será inolvidable. Siempre buscará la forma de levantarse ante cualquier caída, y aunque el dolor lo reciba con lágrimas, lo terminará con una sonrisa. Ella sabe recuperarse, sabe florecer, sabe coserse y sabe abrazarse, y no por egoísta, sino porque ya lo hizo antes por sí sola.
Abrázala fuerte que lo necesita, porque cada vez que lo haces, unes esas pequeñas piezas que veía perdidas. Apóyala y no tengas miedo de caer en sus encantos, de enamorarte, no le temas porque ella te amará con una intensidad inmensa. No temas entrar a su mundo –en el que no todos logran entrar– por miedo a lo que puede haber dentro, o por la oscuridad, o por el pasado, no le temas porque hoy brilla y brilla fuerte.
Enamórate de sus miedos (porque sí, como todo el mundo, aún tiene), enamórate de sus piernas, de sus lágrimas, de su sonrisa, de su luz y de sus ojos; enamórate de toda ella porque ella lo hará también. Enamórate de sus tics, de sus raras manías, de su amor por bailar aunque no sepa hacerlo, de su gusto por el chocolate y de sus domingos en pijama; enamórate de su insomnio y de sus ojeras, enamórate de sus labios que algunas estuvieron destrozados, y también de su corazón que una vez ya estuvo roto.
Enamórate de ella porque en cada paso que da, deja brillo, deja luz, deja amor, deja poesía. Porque cada que habla, aunque se equivoque, canta; porque cada que baila, suelta música con los pies; porque cada que ríe, el cielo se ilumina –y también tú–, enamórate de ella porque aunque no sea la única, es perfecta. Enamórate de ella porque, sin saberlo, has encontrado al amor de tu vida.
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