My old man is a tough man but
He’s got a soul as sweet as blood red jam
And he shows me, he knows me
Every inch of my tar black soul
He doesn’t mind I have a flat broke down life
In fact he says he thinks it’s why he might like about me
Admires me, the way I roll like a Rolling Stone.
‘Off To The Races’ – Lana del Rey
Si alguien es experta en componer sobre daddy issues, esa es Lana del Rey. La musa de la nostalgia, los años 50 y las flores se desvive por escribir, interpretar y cantar acerca de la fijación que todas –en menor o mayor grado– tenemos por los hombres maduros, de brazos cálidos, corazón estable y mente vintage.
Aspirar a un compañero de vida que nos proteja, ame y procure es totalmente comprensible. Desde las historias de princesas a quienes rescatan príncipes con armadura, hasta los consejos de mamá, nos encasillan en la idea de conseguir al caballero que todo lo sabe y todo lo puede por y para nosotras. Lo que no es “saludable”, según la psicología, es buscar la copia exacta de nuestro padre en una pareja.
Los daddy issues surgen de la falta de atención, orientación, afecto y/o presencia de un padre; o bien, por la sobra de consentimiento, cuidado, protección y/o influencia por parte del mismo. Sea cual sea la razón, muchas mujeres sienten la necesidad de tener una pareja para recuperar la seguridad en sí mismas. El hombre que está a su lado, el cual no puede tratarse de un adolescente irresponsable e inmaduro, es quien las hace sentirse valiosas y completas.
¿Estas segura de que encontraste al amor de tu vida o sólo estás sustituyendo a tu padre?
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Él planea todas y cada una de tus actividades, no importa si se trata de trabajo, la escuela, planes familiares, fines de semana o hobbies; por supuesto a ti te encanta que alguien lo haga por ti.
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Siempre prevé los peores panoramas y te advierte todo lo que podría pasar; aunque tú sepas que no es posible que nada de eso ocurra prefieres creerle y hacer o dejar de hacer cosas para no contradecirlo.
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Cada vez que le cuentas tu día o algún problema personal, profesional o laboral, él pasa de aconsejarte a regañarte y finalmente te dice –a manera de instructivo– lo que debes hacer para solucionar la situación (y justo eso es lo que esperabas que él hiciera).
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Crees que tu pareja tiene toda la experiencia del mundo, por lo tanto lo que él piensa, dice y hace te parece la única y mejor opción; a pesar de que todos te digan lo contrario tienes una confianza ciega en él.
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Prefieres ir con él a cualquier parte, sin importar si es adecuada su presencia. Cuando tu familia o amistades se ofrecen a acompañarte tú argumentas que si él no puede ir tú tampoco podrás (disfrutas buscar su permiso para asistir a cualquier evento).
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Cuando tienen relaciones él intenta ser un maestro del sexo: te da instrucciones, dirige tus manos y te dice qué hacer y qué no. Obvio tú admiras y tratas de aprender todos los conocimientos que te da.
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Confundes la caballerosidad con la sobreprotección. Por ejemplo, siempre esperas que te abra la puerta, se pase del otro lado de la acera o te recoja en la entrada de tu trabajo o escuela, sino lo hace te ofendes o deprimes.
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Si tu casa o alguna de tus cosas sufre un desperfecto –por ejemplo un foco fundido o un botón trabado en tu celular– la única solución en tu cabeza es la que él, no sólo te dará, sino llevará a cabo por ti.
Inútil, frágil, insegura, incapaz, tonta, ignorante, débil e inferior; así actúas cada vez que intentas encontrar al hombre que se convertirá en tu pareja y a la vez en tu padre. ¿Por qué? Alguna carencia o problemática durante tu infancia te llevó a convertirte en una mujer que asegura no poder ser feliz sin la protección de un hombre mayor –en todos los sentidos– que jamás la abandone.
Otras formas en las que tu pareja puede convertirse en una figura de autoridad, en lugar de un compañero de vida es a través del mansplaining o el gaslighting. Aprende a diferenciar entre amor y represión, y rompe el círculo vicioso.