El cine según Almodóvar
«Excesivo, llamativo, extravagantemente inventivo e irreprensible». Ése es Pedro Almodóvar. No es descrito así sólo por el reconocido crítico David Thompson, sino por gran parte de la comunidad cinematográfica. El hombre influenciado por Hitchcock, Godard, el cine francés y Buñuel –de su propia nación– se ha convertido en la figura fílmica más importante de España. Su visión es incomparable con cualquiera de sus contemporáneos y su exquisitez para crear escenas sintetiza décadas de creación cinematográfica. Usa escenarios absurdos influenciados por el surrealismo y por Stanley Kubrick, produce escenas ilógicas para hablar sobre la naturaleza humana; su visión es única y atrapa en pocos segundos.
Almodóvar es de los pocos cineastas que entiende el cine desde sus raíces; comprende la relevancia de cada elemento que aparece en su pantalla; está consciente de cómo los objetos hablan y expresan ideas más allá que las palabras de sus personajes y aprovechan por completo el medio visual.
La moda, sin lugar a dudas, es el elemento que más resalta de entre las obras del director. No sólo lo ha logrado catalogar como un director único en su tipo, su extraordinario gusto por la ropa lo posiciona como el realizador más influyente dentro del mundo del fashion film y demuestra que es un objeto que no debe ser tomado a la ligera.
«En el universo Almodóvar se mezclan rojos, verdes, morados, amarillos… según la psicología de sus protagonistas», escribió Greta Borrás, experta en moda, dando a entender que Almodóvar no se toma a la ligera lo que aparece en pantalla. Sus elecciones –que no sólo van acorde al contexto social de los personajes (como sucede en la mayoría de las películas)– tienen un efecto inmediato en el espectador. En su libro “How to Watch a Movie”, Thompson señala que la pantalla debe hablar por sí misma, al integrar distintos colores y estilos de ropa a sus personajes, se evita la molestia de hacer exposición narrativa, aportándole elementos de composición a la imagen. El director juega con el contraste, las combinaciones y el impacto que tiene cada una, dándole así a cada una de sus obras la delicadeza de la cual carecen otro tipo de producciones.
Los diseñadores
Giorgio Armani, Chanel, Versace y Jean Paul Gaultier aparecen en la pantalla de Almodóvar como armas, no como productos.
Mientras que en otras producciones el vestuario serviría sólo para atraer la atención y mostrar glamur, Almodóvar se enfoca en los detalles, cómo cada prenda funciona con los personajes y por qué –dentro del contexto de la cinta– usarían ciertos conjuntos. El director no pretende marcar un fuerte realismo con sus obras –sus historias están claramente influenciadas por la fantasía del cine antiguo–; su trabajo se acerca más a una especie de expresionismo. Sus inspiraciones rescatan el hecho de que el cine no es sólo palabras, sino imágenes y que, sin importar que la pantalla muestre algo que parezca imposible, causará distintas emociones con todos los elementos a su alcance.
Violencia, pasión, reserva y brillantez aparecen en forma de moda dentro de las actrices en “La ley del deseo”, “Mujeres al borde de un ataque de nervios”, “¡Atame!” y demás ejemplos que nos recuerdan que el cine siempre debería estar hecho como un fashion film. En años recientes Tom Ford y Nicolas Winding Refn, creadores de “Nocturnal Animals” y “The Neon Demon” parecen estar influenciados por ese tipo de filmmaking –sin mencionar que también usan a los diseñadores que hemos recordado–; se olvidan un tanto del diálogo y dejan que la ropa hable por sí misma.
Ver esos filmes, y los de Almodóvar, no es mirar a actores representar papeles en escenarios aleatorios; Dior, Gucci, Prada y Celine sirven como el uniforme, la piel de los personajes. Los cortes en los que están creados, la manera en que se mezclan con el fondo (tal como suele hacerlo con el famoso Rojo Almodóvar) y la psicología que expulsan van más allá que cualquier línea de un guión. Almodóvar regresó el cine al maquillaje, a la moda y al diseño de producción.
Su influencia europea trasciende barreras culturales, encaja con su forma de ser y dice más de sus mujeres y personajes que cualquier obra de otro cineasta. Es honesto y cada elección que hace nos recuerda que el cine es la mezcla de distintas expresiones y así debe ser usada.
Pocos directores utilizan creaciones de diseñadores reconocidos, le dejan el trabajo a sus modistas; sin embargo, cada vez más optan por utilizarlos en diferentes escenarios narrativos. Almodóvar fue influenciado por una generación enfocada en la moda y el cine como una forma de arte en conjunto. Al aferrarse a esos elementos, él mismo sirvió como el ejemplo que recuerda que una sola prenda puede hacer un trabajo brillante para una escena. El director español opta por el glamur, pero lo integra con la crudeza de la realidad. Se olvida de que existe un nombre detrás de la ropa y lo convierte en un arma. Es el mejor legado que un cineasta podría soñar.
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Referencias
CulturPlaza
Vanity Fair
Classiq
GQ