«El jueves 7 de septiembre a las 11:45 aconteció el terremoto aquí y destruyó por completo este pueblo. Casi toda la gente perdió lo que tiene, mis vecinos y todos los habitantes. También murió mi hermana en el hecho».
«Aquí vivía una tía. El día del terremoto ella quedó atrapada debajo de los escombros y ya no pudimos hacer nada. Falleció y la tuvimos que enterrar».
Foto: Cultura Colectiva News/Thiago Dezan.
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«Corrimos para poder sobrevivir. Tenemos vecinos que fallecieron. La señora que vendía pan quedó bajo los escombros: ella, su hija y la nieta, sólo las dos últimas sobrevivieron».
«Voy a extrañar, voy a sufrir mucho, voy a sufrir toda mi vida. Lo que me resta de vida».
«Porque es doloroso ver mi casa así».
«Mira nuestra humilde casa, todo se vino para abajo, y pues lamentablemente estamos durmiendo en el patio, en la calle».
Foto: Cultura Colectiva News/Thiago Dezan.
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«No tenemos agua para saciar la sed, no tenemos ni para el baño, no tenemos para cocinar, no hay comida. Los alimentos están muy caros, un huevo cuesta a $10 pesos. La gente abusiva lo hace en vez de ayudarnos. Quiero que la gente lo vea, de todo el mundo si es posible, y que se dé cuenta de lo que está pasando».
«Todas las casas quedaron inservibles».
«De favor, le pido a todo el mundo que nos apoye con alimentos enlatados, agua, pañales, leche, comida. Hoy por nosotros, mañana por ustedes».
«Mi patrimonio se fue. Tantos años que trabajé para poder construir mi casa, y en un segundo desapareció. Lo perdí todo. Pero siento que volví a nacer, con mi hijo y mi esposo. Y es doloroso, muy doloroso ver mi casa así. Estamos viviendo en la calle».
Foto: Cultura Colectiva News/Thiago Dezan.
Foto: Cultura Colectiva News/Thiago Dezan.
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«Era jueves 7 de septiembre. Faltaban poco más de 10 minutos para que dieran las 12 de la noche. Había puesto los seguros y cerrado las chapas de la puerta del departamento. Caminé hacía el baño y me encerré para cambiarme la ropa, como si se tratara de un cuarto hermético, los ruidos del exterior no suelen distinguirse mientras se está dentro. Mi roomie gritó distintas veces para advertirme; no la escuché, así que tocó levemente la puerta hasta que alcancé a oír “está sonando la alerta sísmica”, al tiempo que recibía un mensaje de mi hermana: “va a temblar”. Era la tercera vez en toda la vida que experimentaba un sismo. Cuando creces en una ciudad desértica del norte, lo más cercano a un acontecimiento de la naturaleza son las tolvaneras, o como la mayoría las conoce: tormentas de tierra. O todo pasó muy lento o todo fue muy rápido. No lo defino aún. La alarma aún sonaba. Comenzamos a bajar las escaleras; sin embargo, el temblor ya había iniciado: nadie nos había dicho que cuando vives en un sexto piso no debes bajar. Las escaleras se empezaron a mover, las puertas y ventanas azotaban, las luces tintineaban y un crujido rasgaba las paredes mientras las bajábamos a prisa; todo se movía en un vaivén como si te encontraras dentro de una caja y alguien la sacudiera; el ruido que provenía de lo más profundo parecía un bramido interminable y doloroso… Nunca había tenido tanto miedo en la vida».
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Nadie se imaginó que aquello que se acababa de sentir se trataría de uno de los peores terremotos registrados en la historia de México en los últimos 100 años; incluso ha sido el más fuerte a nivel mundial desde el terremoto de Chile en 2015. El hecho se confirmaba: se trató de un sismo magnitud 8.2, con epicentro en el golfo de Tehuantepec, a 137 km al suroeste de Pijijiapan, Chiapas, y con una profundidad de 69.7 km. La historia que conté ocurrió al centro del país, pero el sismo se sintió en Oaxaca, Guerrero, Tabasco, Puebla y el Estado de México. Además de que se emitió una alerta de Tsunami para México, Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Nicaragua, Panamá, Honduras y Ecuador.
El presidente del país, Enrique Peña Nieto, declaró que había sido el terremoto de mayor magnitud al que los mexicanos experimentaron en 1985; la diferencia de éste fue la distancia a la que ocurrió, sino, es probable que la tragedia y devastación que la Ciudad de México conoció aquel 19 de septiembre de 1985, se hubiera repetido; sin embargo, en los estados que sí vivieron un terrible tragedia están Oaxaca, Tabasco y Chiapas. Hasta el 12 de septiembre, se han registrado 1357 réplicas y 98 muertes a causa de este terremoto, además de casi 1,5 millones de personas afectadas que han quedado sin hogar.
Foto: Cultura Colectiva News/Thiago Dezan.
En la Ciudad de México vivimos minutos de pánico y pequeños daños en la zona centro, pero no se compara con el terror, dolor y desamparo que las personas en Oaxaca, Chiapas y Tabasco experimentaron: tras el sismo viven entre los escombros y duermen en las calles; municipios y pueblos enteros han desaparecido; mujeres, niños y hombres han perdido el patrimonio que construyeron por años, y viven con miedo de que vuelvan a sentir un terremoto igual.