Todo el que haya atravesado un tianguis mexicano sabe lo que es ser llamado “güerito” aunque su piel sea más oscura que su conciencia. Como estrategia de ventas funciona. La gente prefiere ser llamada “güera” que lo contrario, porque ser blanquito implica ciertos privilegios, mientras que ser “prieto” lleva el estigma de la desigualdad y la opresión.
“Prieto”, “chusma”, “indio”, “naco” forman parte de nuestro lenguaje cotidiano. Podríamos argumentar que no lo decimos para discriminar, pero si indagamos un poco en su origen, es evidente que son formas de señalar y hacer escarnio de la desigualdad de la cual, por cierto, ninguno de nosotros está exento.
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Chacha
La muchacha es como se le suele llamar a la empleada que se hace cargo del trabajo doméstico. Como la vida es muy corta para gastarla diciendo palabras de tres sílabas, la muchacha mutó a chacha. Para muchos, su muchacha es parte de la familia, pero las estadísticas demuestran que no reciben el mismo trato que el resto de los familiares: Según datos del Consejo Nacional para Prevenir La Discriminación, (CONAPRED) una de cada tres trabajadoras no terminó la primaria, dos de cada diez no cuentan con ninguna protección de salud y siete de cada diez tienen ascendencia indígena y no reciben ninguna prestación social.
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Chusma
Término con el que Quico y Doña Florinda despreciaban a sus vecinos de la vecindad. Proviene del genovés antiguo ‘ciüsma’ que era como se denominaba al conjunto de personas que eran obligados a remar en galeras. Muchos de ellos eran presos, de clase baja y con escasa o nula educación, por lo que eventualmente “chusma” se volvió sinónimo de gente vulgar.
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Chaka
Se desconoce de dónde surgió el término; pero quiénes lo representan son, en su mayoría, jóvenes nacidos en Ecatepec y Ciudad Nezahualcóyotl, dos de los municipios más densamente poblados y con menor calidad de vida en México. Lucen sus prendas Adilas, Armanis y Dulces Gabanas al ritmo de reggeatón y tribal. Son criticados por su forma de vestir, bailar y maquillarse; pero esto no les afecta porque creen que nuestra envidia alimenta su ego. A falta de un Estado que les proporcione educación, seguridad y empleo, se encomiendan a San Judas.
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Gata
Otra manera aun más despectiva de referirse a la muchacha. Según la Dra. Laura Hernández Martínez, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, el término surgió porque antiguamente a las mujeres del servicio doméstico se les asignaba un cuarto en la azotea. Allí pasaban sus noches y vivían sus romances, igual que los felinos callejeros que se escabullen en las casas.
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Huarachudo
Los huaraches existen desde mucho antes de la llegada de los españoles, hay evidencia de ello en pinturas, esculturas y diversos códices prehispánicos. Su uso sobrevivió a la conquista, la colonia y pasó por las diferentes etapas de nuestra historia hasta llegar a la actualidad. Huarachudo es una manera de aludir a los pueblos nativos que confeccionaron este calzado. Del hábito del huarache también surge el igualmente despreciable patarrajada, que se refiere a la resequedad de la piel de quienes prefieren (o no tienen más opción) que caminar con los pies oreados.
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Indio
Si pusiste atención a tu clase de historia de la primaria sabrás que Colón llegó a América en un intento fallido por encontrar otra ruta a la India. Por eso se le llama indio a las pueblos que originalmente ocupaban este territorio. El resto es historia: llegaron los españoles, impusieron su cultura y dejaron a los indios en el sótano de la escala social. Ya no hay colonia y, sin embargo, los mestizos no hemos hecho mucho por revertir su legado.
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Naco
Olvida todo lo que aprendiste de la hermana de Renata en Amarte Duele, decir naco sí es despectivo. Aunque no existe una explicación única del surgimiento de este término, todas las teorías coinciden en un origen étnico:
Aunque en la actualidad lo usamos para referirnos a una persona cuyas acciones son groseras o desconsideradas, el término está históricamente vinculado a grupos indígenas, de modo que no está exento de clasismo ni discriminación. Mejor sácalo de tu vocabulario y deja de seguir el ejemplo de la mujer que separó a Renata y Ulises.
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Ñero
Mi ñero mata la bacha y canta la cucaracha… escribió Jaime López en Chilanga Banda, la canción inmortalizada por Café Tacvba. En este himno a la jerga chilanga, el ñero es el amigo, cómplice y compañero de circunstancias. Es el que entiende, igual que uno, el esfuerzo, la carencia y el sabor que implica vivir en un auténtico barrio de la Ciudad de México.
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Oaxaco
No tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre dice el popular refrán que asocia el indigenismo con ignorancia y modales burdos. Quienes se refieren como oaxaco, tarasco, chiapaneco o mayita a cualquier persona con rasgos indígenas, quizá crean que poseen una educación superior a los que critican, pero al hacerlo evidencian lo poco que conocen de geografía, historia y civismo.
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Prole
Los romanos llamaban “proles” (que en latín quiere decir “hijos”) a las clases bajas, pero en México lo usamos como apócope de proletariado, o sea, trabajadores que no poseen más que su fuerza de trabajo. Puede que pienses que sólo porque fuiste a la universidad o tienes un negocio propio perteneces a otra clase social, pero Pau Peña, princesa de la dinastía política en México, opina lo contrario.
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Prieto
Adjetivo con varias acepciones, por ejemplo: ajustado, ceñido, duro, denso y, la que nos atañe: “dicho de un color muy oscuro y que casi no se distingue del negro.” Seguro lo has oído (si no es que lo has dicho) en alusión a alguien moreno por quien se siente cierto desprecio. Incluso cuando no hay una carga negativa, “prieto” es otra manera de señalar la diferencia y la imperfección, por algo solemos decir que “nunca falta el prietito en el arroz…”
De acuerdo a un reciente estudio del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 88% de la población en México se identifica como morena. Irónicamente, aun asumiendonos morenos, usamos para denigrar palabras que aluden al color de piel, la clase social y los rasgos indígenas. Parecería que nuestro desprecio no es hacia quienes son diferentes, sino a los que son como nosotros.
Denigramos a las personas por su condición social y sus orígenes étnicos, en un país donde el 43.6 % de la población vive en condición de pobreza y 10% pertenece a una comunidad indígena. Ante la desigualdad que, sabemos, oprime más a unos que a otros, nos consolamos diciendo que podemos mejorar la raza, sin considerar que “mejorarla” no es blanquearla, sino aceptar lo que somos y partir de ello para construir una identidad nacional digna donde todos tengamos cabida.