En el año de 1737 una terrible enfermedad azotó gran parte del territorio mexicano por dos años. Los conocimientos de medicina en ese entonces no pudieron contener la rápida propagación de esta epidemia conocida como matlazáhuatl.
Ahora se cree que el brote conocido en el siglo XVIII como matlazáhuatl pudo haber sido en realidad una epidemia de tifus, peste o hepatitis, según lo que se conoce de la enfermedad gracias al registro que hizo Cayetano Cabrera Quintero en su obra escrita en 1746, Escudo de armas de México. Cabrera Quintero cuenta que el brote epidémico comenzó en un obraje, es decir, un lugar donde se trabaja la lana, en el pueblo de Tlacopan (ahora Azcapotzalco) en agosto de 1737. Los obrajes carecían de muchas medidas de salubridad; en los mismos sitios en donde se trabajaba, dormían, comían y defecaban decenas de personas y animales. Aunque otra teoría sugiere que esta infección pudo haber llegado en un cargamento marítimo de Europa.
También se habló de los extraños fenómenos que antecedieron la propagación de la enfermedad, terremotos, fuertes lluvias, ventarrones impresionantes, eclipses y la conjunción de Marte y Saturno en el cielo rojo. Todo esto parecía ser un presagio de un mal inminente.
Foto: MX CityAnte los primeros contagios y el nulo cuidado de higiene, la enfermedad comenzó a contagiarse velozmente por todos los sectores sociales, sin embargo, los indígenas fueron los más afectados debido a las precarias condiciones con la que la mayoría vivían. Los médicos de aquel entonces, un sector que también estaba siendo afectado gravemente por la epidemia, no contaban con los conocimientos y recursos para paliar la matlazáhuatl, pero poco a poco, gracias a la atenta labor de observación lograron determinar que lo mejor era mudar cementerios, basureros y hospitales lejos de las ciudades así como evitar reuniones públicas y aglomeraciones y evitar los asentamientos cerca de aguas estancadas. Otra medida que implementaron fue crear hospitales que atendían únicamente la matlazáhuatl.
Su nombre venía de matlatl, que significa red o grupo y zahuatl, erupciones o granos, pero los médicos novohispanos lo conocían como tabardillo o tabardete. Otros síntomas comunes eran la fiebre intensa, sangrado por boca y oídos y diarrea sanguinolenta. Así se puede leer en el informe de Cabrera y Quintero:
«Todos generalmente dicen acontecerles un continuado y universal frío, que sienten en todo el cuerpo, con grave incendio en todas las entrañas: lo que explican diciendo tener un volcán de fuego en el estómago (…) llamáronla en el idioma del país matlazahuatl, voz compuesta de matlatl, la red, y por lo parecido, el redaño, y de zahuatl, la pústula o granos con que sin ver lo que decían a llamar: red de granos».
Foto: Twitter TlatoaniLos contagiados buscaban el remedio no sólo en hospitales, también con hechiceros, barberos, yerberos y curanderos que solían recetarles oraciones y sesiones de “sangrías”, una práctica en la cual se les extraía sangre “contaminada”. La enfermedad afectó las principales ciudades de México, Morelos, Jalisco, Puebla, Querétaro Hidalgo, y Veracruz.
Cabrera y Quintero sugería que eran los excesos de bebida y el descuido moral lo que había desencadenado a la matlazáhuatl y culpaba a las personas pobres que gustaban del pulque y del tepache por este mal, asegurando que era una enfermedad indígena, puesto que muy pocos españoles eran los que se habían contagiado.
Los pobladores apostaron por el perdón divino, organizando peregrinaciones y encomendaciones a santos y vírgenes, además de modular su comportamiento moral, creían que esta enfermedad había sido un castigo por todos los pecados cometidos. Las autoridades novohispanas mandaron traer a la mismísima Virgen de los Remedios, pero ante las aglomeraciones de la gente para verla y rezarle, la epidemia se propagó con más fuerza. Fue en estos años cuando la Virgen de Guadalupe fue proclamada Patrona de la Ciudad de México, poco después de la Nueva España, gracias a sus milagrosas acciones. Según Cabrera, la epidemia mató a la cuarta parte de la población de la Ciudad de México en ese entonces, poco más de 40 mil personas.
Foto: ScoopnetPara el año de 1739 la epidemia disminuyó considerablemente gracias a las normas sanitarias, las cuales se implementaron indefinidamente. La Virgen de Guadalupe también adquirió una notable popularidad entre la población, gracias al coincidente cese epidemiológico. El éxito de la figura divina y salvadora fue tal que desde ese entonces fue utilizado como un símbolo de identidad nacional para los mexicanos, quienes preparaban la lucha de independencia.
200 años después, tanto la Virgen de Guadalupe como las medidas sanitarias propuestas a partir de la epidemia matlazáhuatl demuestran que ambas llegaron para quedarse.
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