Titanic: del lujo a la catástrofe
Han pasado ya 102 años desde que ocurrió la conocida tragedia del Titanic, transatlántico británico que zarpó de Southampton el 10 de abril de 1912 con destino a Nueva York y que se estrelló contra un iceberg la madrugada del 15 de abril de 1912. De las dimensiones de esta gran embarcación (dividida en 11 cubiertas en 270 metros de largo, 57 de alto y 30 metros de ancho) se puede esperar únicamente una cantidad similar de secretos, rumores e historias.
El Titanic se presentó como insumergible y fue constantemente comparado con un buque de guerra, dados los materiales usados en el momento de su construcción: remaches de 15 toneladas y vidrios de cinco centímetros de grueso. Sin embargo, la colisión del barco contra el iceberg en su lado derecho causó un daño equivalente a una explosión que derribaría, incluso, a un buque de guerra.
El Titanic se partió en dos por el medio y terminó por hundirse. Tan sólo 700 de los mil 311 pasajeros y 897 miembros de la tripulación a bordo pudieron salvarse. La compañía dueña del Titanic y sus dos gemelos: el Britannic y el Olympic, tuvo como objetivo principal hacer de estos buques una polifacética experiencia de lujo desde antes de su construcción. Con dimensiones similares a las de un edificio de 11 pisos, la construcción del lujoso transatlántico llevó tres años aproximadamente; en 1912 zarpó con 23 nudos como máximo de velocidad (aproximadamente 42 kilómetros por hora), 50 mil caballos de fuerza y con un peso total de 46 mil toneladas. El sistema propulsor de esta ciudad flotante era considerado, para ese entonces, un conjunto de tecnología de punta. Por otra parte, ya que el motor era alimentado por 20 calderas y 159 hornos, consumía entre 620 y 640 toneladas de carbón al día, por lo que el barco tuvo que cargar 5 mil 892 toneladas de carbón durante el viaje. El humo era entonces expulsado por tres chimeneas. Había una cuarta, en parte decorativa, que facilitaba la ventilación de las cocinas del barco.
Este leviatán de acero poseía fuertes mástiles y arbotantes, puertas corredizas dobles en todo el barco y puertas herméticas que podían abrir y cerrar desde el puente de navegación con potentes electromagnetos que conectaban las salas de motores con las salas de calderas. Sin embargo, el lujo en la construcción omitió, en parte, la seguridad del navío, pues no zarpó con botes salvavidas suficientes para la cantidad de pasajeros, descartó la importancia de los simulacros; de hecho, cuando el viaje inaugural comenzó, los simulacros fueron omitidos porque se daba mayor importancia al confort de los pasajeros. Un ejercicio de emergencia significaba molestar a los ocupantes de primera clase e incluso asustarlos innecesariamente, lo cual era inaceptable para la época. El objetivo principal del Titanic era ofrecer un castillo flotante lleno de lujos para los pasajeros. Contaba con 897 empleados dedicados a su comodidad, de los cuales 500 eran azafatas, cocineros y acompañantes; 320 trabajaban en la maquinaria y 65 en la cubierta. Además de contar con 333 camarotes de primera clase, 12 suites, 207 cabinas de segunda y 222 de tercera clase, el navío ofrecía numerosas comodidades: los lugares de primera clase decorados elegantemente, salones y restaurantes para todos los gustos, un gimnasio moderno y completamente equipado, una cancha de squash de 12 niveles de profundidad, baños turcos, entre muchos otros. Dentro de las cabinas privadas más elegantes, sólo dos contaban con una cubierta privada. Una de ellas, amueblada al estilo holandés antiguo, medía 15 metros de largo. Cabe remarcar que los principales atractivos del barco eran la Gran Escalera (aunque existían varios ascensores entre los pisos de primera y segunda clase) y el “Café Parisien”, punto de encuentro para los dignatarios más jóvenes, entre otros restaurantes a la carta.
Aunque los espacios diseñados para los pasajeros de tercera clase contaban con muchos menos lujos que los diseñados para los de primera, las cabinas eran todavía más lujosas que las de la primera clase de otros buques trasatlánticos.
El lujo que ofrecía el Titanic desembocó en una gran conmoción al llegar el día de su partida. Zarpó el 10 de abril 1912, un poco después de mediodía, con dirección a Nueva York. El objetivo era llegar a su destino en cuatro días, después de hacer dos paradas en Francia, donde subieron más pasajeros, y una en Irlanda, donde se llevó a cabo el servicio de correo del Royal Mail Steamship Titanic (o “Buque de vapor del Correo Real Titanic” en inglés). Con 2 mil 224 personas a bordo, ocupando el 55 por ciento de la capacidad total del buque, comenzó a cruzar el Atlántico; sin embargo, se mostraron ciertos indicios poco promisorios. Por una parte, la partida del trasatlántico causó grandes olas que hicieron que un barco de vapor más pequeño estuviese a pocos metros de estrellarse contra el Titanic. Por suerte, la intervención de un barco remolcador evitó la colisión. Por otro lado, unas horas después de haber dejado el muelle de Irlanda, se registró un incendio en una de las calderas del barco.
Dada la presencia de ciertos personajes famosos y de mucho dinero, incidentes como estos fueron mantenidos en secreto. Algunos de los personajes famosos que se encontraban a bordo pertenecían a la aristocracia angloamericana del momento. El pasajero más adinerado era el coronel, escritor y empresario John Jacob Astor (1864 – 1912), quien murió trágicamente junto a su perro Kitty, cuando el puente de navegación se sumergió causando que la primera chimenea colapsara y cayera sobre él y otros pasajeros quienes trataban de bajar un bote salvavidas del techo de la cámara de oficiales. Su esposa, Madeleine Talmage, quien estaba embarazada durante el viaje, sobrevivió a la tragedia.
Por otro lado, se encontraba a bordo Benjamin Guggenheim (1865 – 1912), empresario y padre de la coleccionista y mecenas de arte: la estadounidense Peggy Guggenheim (1898 – 1979). Otros pasajeros importantes que viajaban en el Titanic fueron Isidor e Ida Strauss, copropietarios de Macy’s, uno de los mayores almacenes del mundo en ese entonces. Entre los muchos magnates del acero, directores de bancos y de grandes compañías ferroviarias, se estima que los millonarios que iban a bordo de la embarcación representaban un total de 500 millones de dólares de la época. El marino mercante británico Edward John Smith (1850 – 1912), quien también formaba parte de la plantilla millonaria, fue el capitán del barco quien dirigía la que sería su última travesía antes de retirarse, junto con el marino británico y amigo suyo, William Murdoch (1873 – 1912).
Las causas de la tragedia del Titanic son aún polémicas; algunas personas aseguran que el capitán Smith conducía ebrio, mientras que otras culpan al operador de radio del barco que ignoró varias alertas de la peligrosa cantidad de icebergs en el camino, especialmente las alertas enviadas desde el Californian, un barco de vapor más pequeño que el Titanic, dirigido por Stanley Lord (1877 – 1962). Sin embargo, existen detalles que las desmienten, pero ahora se sabe que el 14 de abril, día de la catástrofe, el Titanic recibió mensajes de radio durante todo el día, advirtiendo la cantidad de icebergs flotantes.
En todo caso, el Titanic fue uno de los primeros navíos en cruzar el Atlántico y uno de los más impactantes frutos de la Revolución Industrial. Por otra parte, su relato trágico ilustra la desmedida importancia otorgada a la aristocracia de la época.
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La historia del Titanic (Parte uno)