Antes de que la Segunda Guerra Mundial finalizara del lado de los Aliados y la Alemania nazi cayera derrotada, esta última —conducida por Adolf Hitler— estaba concentrada de lleno no sólo en cuestiones bélicas, sino también en la experimentación científica de alta tecnología. El deseo del führer era ganar a toda costa la guerra mediante poderosas estrategias militares y a través de recursos nunca antes vistos en el mundo.
Una de las más extrañas y polémicas armas ideadas completamente en secreto por los científicos nazis fue la descubierta por el investigador Igor Witkowski, quien a través de su libro La verdad sobre la maravillosa arma (2000) reveló al mundo por primera vez en la historia la existencia de Die Glocke o en español ‘La Campana’. En el momento en que llegaron a sus manos unas transcripciones de un interrogatorio de un antiguo oficial de la SS —Jakob Sporrenberg—, Witkowski vio que hablaba sobre dicho artefacto. Según Sporrenberg, Die Glocke era uno de los secretos mejor guardados por los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
En la frontera checa de Ludwikowice, en el interior de una profunda mina llamada Wenceslao, se desarrollaron las primeras pruebas de este objeto que hasta el presente permanece como uno de los grandes misterios de la Segunda Guerra Mundial y la tecnología nazi. A medio camino entre la leyenda urbana y la realidad, sobre la Die Glocke se han dicho diversas teorías. La más común es la que apunta a la posibilidad de que haya sido ideada como el prototipo de una máquina del tiempo o motor antigravedad.
Hans Kammler
Al frente de la creación de este objeto se encontraba el general de la SS, Hans Kammler, un hombre que ya había formado parte de grupos científicos interesados en la creación de armas con un gran potencial. A su lado se hallaba el coordinador de la investigación: Emil Mazuw. Se dice que Die Glocke poseía una tecnología que nadie más en el mundo podía presumir: la conformaban un par de tambores rotatorios con un líquido especial en su interior conocido como Xerum 25.
Estos tambores o cilindros que giraban contrariamente hacían que el objeto se elevara y desplazara. Además estaba forrada con un material sumamente resistente de tres metros de espesor. Die Glocke desprendía una peligrosa radiación de la cual los científicos debían cuidarse para no sufrir daños irreversibles. Resulta sorprendente saber que su exterior estaba forrado con un material de cerámica muy similar al que hoy se usa para los cohetes espaciales de las misiones de la NASA. Se cree que el objeto se guardaba en una estructura metálica a la que se hallaba sujeta con cadenas.
Mucho se ha hablado sobre los grandes conocimientos que supuestamente los nazis tenían en materia espacial y que les permitirían idear planes para viajar en el tiempo: sabían de la existencia de los agujeros de gusano, vórtices y maneras de empalmar dos lugares distantes en el tiempo. En la teoría es posible que todo ello lo conocieran, pero de ponerlo en práctica no existe documentación fiable al respecto. Es probable que Die Glocke se quedara sólo en una de las varias intenciones de Hitler por dominar al mundo y demostrar el poderío nazi en todos los aspectos.
Las leyendas urbanas más descabelladas mencionan que por medio de ese artefacto que desafiaba la gravedad, los nazis pudieron llegar hasta la Luna, el planeta Marte e incluso hasta sistemas estelares distantes. Algunos teóricos de la conspiración han ido más lejos al afirmar que el incidente de Roswell del 1 de julio de 1947 —en el que un ovni se estrelló en el desierto de esta zona— tuvo como verdadera protagonista a la campana nazi.
El objeto se ha ganado un lugar dentro de la oscura cultura pop que incluso se han fabricado figuras como éstas en las que el führer aparece examinando unos planos del objeto con un alienígena.
Al poco tiempo de que las fuerzas aliadas liberaran a los judíos de los campos de concentración y Alemania cayera, Hans Kammler y su equipo de investigación se esfumó sin que se supiera a ciencia cierta dónde se habían escondido. Lo mismo pasó con los dos únicos modelos de Die Glocke que se construyeron. Otras fuentes citan que cuando Hitler supo que las fuerza armadas rusas estaban arribando a Ludwikowice, ordenó al oficial de las Waffen SS, Karl Sporrenberg, a que ejecutara a los científicos involucrados en la creación de Die Glocke (fueron en total 60 ingenieros, científicos y técnicos alemanes).
Por este asesinato en masa, Sporrenberg fue juzgado como criminal de guerra. Admitió que lo había hecho para proteger el secreto acerca del misterioso objeto. Uno de los escasos detalles que Karl Sporrenberg ofreció en su declaratoria fue que el objeto también era llamado Der Bienenstock (la colmena) por el zumbido que hacía cuando estaba funcionando.
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