En 1980 un polémico documental se convirtió en tema de conversación en la mayoría de los hogares norteamericanos. Titulado “Poto and Cabengo”, contaba la historia de Grace y Virginia Kennedy, hermanas gemelas quienes aprendieron a hablar usando un lenguaje inventado por ellas durante ocho años.
Las pequeñas se autonombraron Poto y Cabengo respectivamente y sólo se comunicaban entre sí; nadie más comprendía lo que decían. Su idioma nació a partir de la falta de conexión con otras personas. Sus padres trabajaban todo el día y la abuela que los cuidaba sólo hablaba alemán. Aunque sus familiares pensaban que tenían una deficiencia intelectual, al asistir a terapia discursiva se descubrió que no tenían problemas cognitivos y eran por completo normales.
En poco tiempo volvieron a la sociedad y se olvidaron de la lengua que las acompañó en su niñez. Pero, ¿qué hubiera pasado si su conexión se hubiese encontrado intacta en ese punto? Los sucesos en la vida de June y Jennifer Gibbons, conocidas como “Las gemelas silenciosas”, nos dan una respuesta atemorizante.
Según la psicología, es común que los niños desarrollen lenguajes idiosincrásicos y aunque no tiene un efecto negativo en el intelecto, puede causar dificultades a nivel social y así crear distintos trastornos psicológicos. El caso de June y Jennifer Gibbons no es tan diferente al de Poto y Cabengo: dos hermanas nacidas en Gales que sólo se comunicaban entre ellas y aunque parecían tener una vida normal publicando historias de ficción, de un momento a otro se convirtieron en criminales perturbadas. Al principio se pensó que sólo buscaban ser famosas, pero su pasado revela una problemática mucho más grande.
June y Jennifer Gibbons eran hijas de dos inmigrantes del Caribe. Al ser una de las pocas familias negras de Gales, casi de inmediato generaron una percepción temerosa de su entorno. Desde pequeñas comenzaron a hablar demasiado rápido y a crear una variación peculiar del idioma inglés. Cuando rechazaron comunicarse con otras personas, a excepción de su hermana menor Rose, su lenguaje se hizo más complejo. Otra de sus peculiaridades era que reflejaban sus propias acciones, como si fueran un espejo: desde movimientos corporales hasta sus mismos pensamientos. Cuando comenzaron a acudir a la escuela esa conexión se intensificó.
Las gemelas sufrían de bullying por su raza y los ataques fueron mucho mayores cuando los niños notaron su extraño idioma: tal fue el grado de agresión, que los encargados de la institución optaban por dejarlas salir antes de los demás jóvenes para que no recibieran ningún tipo de ofensas. La soledad las llevó a tomar la literatura como un escape y ambas comenzaron a escribir historias de ficción y a llenar sus diarios. Las notas que escribían juntas revelaron que no siempre hubo amor entre ellas y que su vínculo –más que un nexo positivo– parecía una maldición.
Cuando las gemelas tenían 14 años, sus padres las separaron para forzarlas a convivir con otras personas, pero ambas entraron en estado de shock del cual no salieron hasta que las unieron de nuevo. Después de eso, se encerraban en su habitación durante horas mientras escribían e interpretaban obras de teatro.
Fue en este periodo cuando ambas experimentaron mayor inestabilidad emocional y sus diarios mostraban un lado oscuro. Entre comentarios de desprecio y un poco de amor, los textos afirmaban que ambas creían que se acercaban a la locura como consecuencia de su relación.
“Nadie sufre de la forma que yo lo hago, no con una hermana; con un marido, sí; con una esposa, sí; con un niño, sí, pero esta hermana mía es una sombra oscura robándome mi luz. Es mi único tormento”
-Del diario de June.
La literatura fue una válvula de escape para sus pensamientos, que cada vez eran más violentos. Aunque su relación se deterioró, se mantuvieron inseparables. Ambas escribieron algunos cuentos que publicaron por cuenta propia, pero jamás encontraron reconocimiento de los lectores. Fue entonces cuando decidieron cometer diferentes crímenes para atraer la atención; pues detrás de este déficit, existía un odio profundo hacia la sociedad que siempre las señaló como inadaptadas.
Realizaron distintos robos, se ahorcaban entre ellas en público y finalmente se dispusieron a incendiar múltiples edificios con personas dentro. Fueron arrestadas y los médicos determinaron que estaban demasiado perturbadas para continuar con libertad. Su sentencia fue de 14 años en una institución psiquiátrica.
“Ella quiere que seamos iguales. Existe un destello asesino en sus ojos. Díos mío, le tengo miedo. Ella no es normal… alguien la está volviendo loca. Soy yo.”
-Del diario de June.
Durante su reclusión, las mujeres estuvieron en habitaciones completamente separadas, pero aún existía una comunicación invisible que los médicos consideraron un hecho insólito. Las gemelas tomaban turnos diarios para comer; mientras una no se alimentaba, la otra lo hacía. En ocasiones se encontraban quietas en la misma posición a pesar de que no se podían ver. Finalmente, 11 años después, les permitieron estar juntas durante una transferencia a otra institución psiquiátrica.
“Nos hemos convertido en enemigas fatales. Sentimos los rayos irritantes y mortíferos salir de nuestros cuerpos picando la piel de la otra. Me pregunto si es posible o imposible deshacerme de mi propia sombra. ¿Moriría sin mi sombra? ¿Sin mi sombra ganaré vida, seré libre o moriré? Sin mi sombra, la cual identifico con un rostro de miseria, decepción y asesinato.”
-Del diario de Jennifer.
Llegaron entonces los últimos días de su relación. Jennifer declaró: “Me voy a tener que morir […] porque lo hemos decidido.” Ambas mujeres estaban convencidas de que no podían seguir existiendo juntas, una debía fallecer.
Así crearon un pacto en el que acordaron que si una perecía, la otra debía continuar con una vida normal. A los pocos días Jennifer se encontró recostada inconsciente en el hombro de su hermana. Había muerto por una inflamación del corazón. Los médicos no encontraron veneno ni hallaron alguna otra causa. Fue un hecho inaudito para aquellos que las observaban diariamente en su encierro.
Marjorie Wallace fue la autora que estuvo en contacto con las gemelas después de su transferencia y leyó los diarios que tenían desde pequeñas. June Gibbons, la sobreviviente, cumplió su promesa y no usó de nuevo su lenguaje oculto, se integró en la sociedad y ahora tiene una vida común. La relación de “Las gemelas silenciosas” es una de las más extrañas de las que se ha leído, pero demuestra el amor, odio y las peculiaridades excepcionales que existen en los hermanos de este tipo, especialmente cuando existe un impetuoso desprecio hacia la sociedad.
“Alguna vez fuimos dos,
hicimos uno.
No somos más dos
pues la vida es una.
Descansa en paz”
-Poema de June a su hermana Jennifer
Fuente: The Line-Up & “The Silent Twins”, de Majorie Wallace.