El calor es agobiante. Comienzas a desfallecer. La cantimplora está vacía y sólo sientes la arena inmiscuyéndose en cada centímetro de tu cuerpo. Tus pies te pesan. Caes al suelo. Sientes tu cara arder después de verte incrustado en las dunas. Vuelves dentro de ti mismo. Respiras, tomas aire y te pones de pie. Sigues caminando, como impulsado por un instinto mucho más grande que tú. A lo lejos divisas unas estructuras que rompen el horizonte. Sigues caminando y te aproximas a ellas. Encuentras que se trata de una serie de pirámides, templos y santuarios que no conocías. No importa, te escondes dentro de ellas para refugiarte del calor y, en la noche, del terrible frío del desierto. Alcanzarás el río antes del anochecer para asegurarte el agua para el día siguiente. Sin embargo, dudas de si podrás descansar ante los peligros de la noche desértica.
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En medio de las dunas del desierto y del agobiante calor característico del ambiente, una ciudad perdida yace imponente ante el tiempo y la historia. Se trata de Meroe, la antigua capital del Reino Meroítico que dominara los territorios que hoy conocemos como Sudán y sus alrededores. Dicha civilización de la cual se conoce poco, es célebre por dos cosas: sus incursiones en territorio romano en los primeros años después de Cristo y por su ciudad capital hoy convertida en Patrimonio de la Humanidad.
Con culto a numerosos dioses egipcios, principalmente al dios egipcio Amón, la cultura meroe estuvo fuertemente influenciada por las tradiciones rituales de dicha cultura, incluida la construcción de pirámides como cámaras mortuorias. Las famosas pirámides de Meroe consisten en alrededor de unas 200 pirámides construidas en medio del desierto alrededor del 720 a.C. A pesar de que no se trata de construcciones tan grandes ni tan majestuosas como sus similares en Egipto, sí representan el legado de una cultura que dominó el área y que incluso conquistó Egipto durante un breve periodo de tiempo. Tiempo después, bajo la influencia de otra cultura, los Meroe cambiaron sus ritos funerarios por entierros en túmulos.
El Reino Meorítico floreció en medio del desierto gracias a su industria de acero, misma que involucraba el comercio con la India y China, hecho que les permitió desarrollar grandes ciudades con edificaciones maravillosas. Entre otros productos exportados por dicha civilización, se encontraban los textiles y la joyería, destacándose el oro entre los metales preciosos. De hecho, algunos historiadores consideran que la palabra egipcia para oro “nub” podrían provenir de la región histórica de Nubia. A pesar de su poderío económico, se cree que el desvanecimiento de la civilización se debió al rompimiento de acuerdos comerciales con otros estados del Nilo.
Meroe, la ciudad capital, se encuentra a unos 200 kms de Jartum, la capital de Sudán y está ubicada en una curva del Nilo. Dentro de las distintas edificaciones de las ruinas de Meroe, existen varios edificios de la corte, templos, murallas, santuarios, necrópolis, pirámides. E incluso, dentro de los detalles decorativos de la ciudad existe la presencia de influencias griegas, egipcias y romanas.
La historia del descubrimiento de Meroe se remonta a 1821 cuando el minerólogo Frédéric Cailliaud publicó un artículo ilustrado describiendo las ruinas, donde se incluía la inscripción en latín ubicada más al sur en toda la historia. A partir de entonces, diversas expediciones fueron organizadas con ánimo de descubrir los secretos de la civilización y por supuesto, localizar tesoros que hoy se encuentran en los museos de Berlín y Munich.
A principios del Siglo XX, sucedió el descubrimiento de las cámaras mortuorias debajo de las pirámides, mismas que aún contenían los cuerpos de las dignatarios enterrados. Además, los arqueólogos descubrieron pasajes de la historia del pueblo Meroe, capítulos del Libros de los Muertos.
Hace unos días, The Atlantic realizó una recopilación de fotografías sobre el sitio arqueológico de Meroe, de la cual te compartimos algunas fotografías.