La ciencia tiene un objetivo fijo, pero carece de carácter. No es a priori mala ni buena, sólo trata de aumentar el conocimiento humano y generar modelos que aporten al mejor entendimiento sobre la multitud de fenómenos que se desarrollan alrededor de la vida de los hombres. Pero, el uso de esos saberes depende enteramente de quien los desarrolle.
De ahí el poder desmedido de los organismos que se encargan de hacer ciencia para sus propios fines (sean empresas farmacéuticas, de tecnología alimentaria, belleza o energía) y financian universidades, laboratorios, centros de investigación y think tanks que juegan un papel esencial en las políticas de Estado que se mantienen vigentes.
El fracking, la bomba atómica, los cultivos transgénicos o las armas nucleares son ejemplos de innovaciones tecnológicas que se ocuparon con un fin particular, de lucro o para causar daño sobre otros. Es ahí donde la ciencia se cruza de lleno con la ética y la ideología, donde la acción común en el contexto internacional requiere de socializar los productos del conocimiento y dirigir el carácter científico hacia un derrotero integral que beneficie al grueso de la sociedad.
Éstos son algunos de los científicos que contaron con apoyo gubernamental o empresarial para desarrollar invenciones ajenas al bienestar social, en algunos casos abusando de su nombre como científicos o bajo una bandera de progresismo que no lleva más que al automatismo y la realización humana sin consciencia alguna:
Joseph Mengele
Durante el ascenso del Tercer Reich, Mengele dejó a un lado sus estudios en medicina en la Universidad de Munich y se unió a las SS, donde ascendió puestos hasta convertirse en capitán en el campo de concentración en Auschwitz. Una de sus primeras misiones fue elegir a los judíos que serían enviados a cámaras de gas y separar a quienes encontraba más aptos para los trabajos forzados.
Cuando se hizo del control del campo, Mengele encabezó a un grupo de médicos en experimentos carentes de lógica científica como la transmisión de bacterias entre gemelos, disecciones, amputaciones de ojos o labios y transfusiones sin sentido alguno.
–
Fritz Haber
Una de las páginas más oscuras en la historia de los Premios Nobel se escribió de la mano de Haber, un brillante químico alemán que separó el nitrógeno del aire y descubrió el amoniaco, indispensable en los fertilizantes que se utilizan en la actualidad.
Esta invención le valió el Galardón de Química en 1918, tres años después de que desarrollara el gas dicloro, un potente compuesto tóxico que causó la muerte de millones de personas durante la Guerra de Trincheras.
–
Walter FreemanDespués de las desafortunadas conclusiones de Egas Moniz con respecto a la lobotomía, una cirugía invasiva que se encarga de destruir las células nerviosas del cerebro como un procedimiento pseudocientífico, Freeman adoptó el modelo en Estados Unidos y trabajó realizando lobotomías por toda la Unión Americana.
A pesar de que nunca se pudo comprobar la mejoría en los pacientes con desórdenes psiquiátricos después de la intervención, Freeman patentó la técnica del picahielos, donde introducía uno por el extremo del ojo para desconectar las conexiones nerviosas del cerebro. Después de practicar más de 3 mil 500 lobotomías, falleció de cáncer en 1972.
–
Shiro Ishii
El Ejército Imperial Japonés encargó a un equipo al frente de Ishii investigaciones sobre las armas químicas que se utilizaron durante la Primera Guerra Mundial. Después de obtener éxito, Ishii fue nombrado Jefe de la Sección de Guerra del Ejército y desarrolló armas biológicas durante los años anteriores al segundo gran conflicto armado.
En 1942, puso a prueba con prisioneros de guerra sus armas y métodos de propagación. El biólogo tomaba a sus víctimas, las seccionaba vivas, unía tejidos vivos y vertía sobre ellos las bacterias creadas en su laboratorio, un enorme complejo con más de un centenar de edificios que el imperio nipón mandó construir para él.
–
Vladimir Demikhov
Auspiciado por la Unión Soviética, Demikov experimentó durante dos décadas con animales los trasplantes de órganos, como nadie lo había hecho antes. El médico cirujano utilizaba perros y mantenía registro de sus signos vitales mientras practicaba los más extraños trasplantes.
Intentó trasplantar una cabeza de perro un par de ocasiones y unir patas y otros órganos vitales en otro can, sin éxito alguno. A pesar de que sus experimentos son reconocidos constantemente como crueles e inhumanos, los aportes de Demikhov al campo de la medicina marcaron el inicio de los trasplantes exitosos en órganos experimentales.
–
Algunos de estos científicos y otras personalidades fueron laureados con el Nobel y a partir de entonces, la historia se distorsionó a su favor y se les reconoce como grandes hombres que hicieron aportes a algún campo del saber o la manutención de la paz. No te pierdas de la polémica que envuelve a 5 Premios Nobel que nunca debieron darse.
Si quieres conocer un poco más sobre las invenciones del hombre que inventó el amoniaco y los gases de la guerra química, no dejes de leer el Premio Nobel que le dio de comer al mundo y después lo envenenó.