¿Qué motiva a las personas a pertenecer a una u otra religión y que una serie de normas heterónomas conduzcan y determinen sus vidas? Recordemos que el ser humano como ser social y cultural siempre se ha cuestionado su existencia y, en ese sentido, de que hay algo más grande que él, más allá de su temporal paso por este mundo; debido a que a partir de la conciencia no concibe un sentido de la vida simplemente azaroso e indiferente.
Esta incógnita colectiva se ha manifestado a través de la religiosidad y la espiritualidad de los pueblos, lo que afecta de manera positiva o negativa la vida individual; encuentra en sus creencias, fe en una vida eterna, pasión al momento de defender sus dogmas y, algunas veces, derramamiento de sangre —literal o metafórico—, como resultado de la intolerancia religiosa que todavía existe.
Para muchas personas, lo anterior resulta extremadamente incomprensible cuando por una religión y sus dogmas inciertos, se sacrifica la vida en su gozo (placeres) o en su literalidad (muerte); sin embargo, para los siguientes personajes abrazar su religión, incluso su dolor, fue su más grande satisfacción.
Fe: San Juan de la Cruz
Considerado poeta y místico, reconoció que el camino para alcanzar el más alto grado de purificación espiritual era a través de lo que llamó “la noche oscura del alma”, que consiste en una crisis espiritual, una desolación extrema que contrapone al creyente con el Dios de su esperanza. Es por medio de la duda que provoca la pérdida de la fe en los dogmas de la Iglesia y de la existencia del Dios, y de cómo ésta, posteriormente, se recobra mucho más fuerte.
¿Será, entonces, que los catalogados como Santos no deberían serlo si reconocen en su fe, duda? La contradicción en este postulado revela que la fe puede ir y venir incluso para aquellos que llevan una vida ascética y cercana a Dios, que no existe un Santo por completo creyente, sino en constante conflicto que los sitúa entre el vacío existencial que produce la incertidumbre y la esperanza de la vida eterna que se les promete, pero aún así apostar por esto último.
Pasión: Santa Teresa de Jesús
También era nombrada Santa Teresa de Ávila, y era conocida por su poesía lírica en la que resaltaba su desprecio por el mundo y sus ansias infinitas de morir de amor, como lo reflejó en los siguientes versos:
Vivo sin vivir en mí
y tan alta vida espero
que muero porque no muero.
Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di puso en mí este letrero:
“Que muero porque no muero”.
Esta divina unión,
y el amor con que yo vivo,
hace a mi Dios mi cautivo
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a mi Dios prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel y estos hierros
en que está el alma metida!
Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
Acaba ya de dejarme,
vida, no me seas molesta;
porque muriendo, ¿qué resta,
sino vivir y gozarme?
No dejes de consolarme,
muerte, que así te requiero:
que muero porque no muero.
Santa Teresa manifestó, por medio del arte del verso, su amor pasional por su Dios y su urgente necesidad de reunirse con su “amado”; contrario al instinto más primario de todos: la supervivencia. Ella le reclamaba a la vida y a su cuerpo ser una cárcel para sí misma y su satisfacción espiritual, ésta era la única que le importaba. Es probable que si su Iglesia y su fe le hubieran permitido el suicidio, sin duda habría tomado el veneno más efectivo que la liberara del hastío del mundo.
Sangre: San José Sánchez del Río
Fue un joven mártir que murió a los 14 años de edad a consecuencia de la persecución cristera en México, fue torturado y asesinado por oficiales del gobierno debido a que sostuvo su fe en Cristo. ¿Por qué un niño de 14 años soportó que le desollaran los pies y lo obligaran a caminar descalzo? Para muchos es incomprensible aguantar extremo dolor físico y perder la vida por lo que parece ser la fe, amor a lo incierto, dogmas enseñados por una Iglesia conformada por humanos corruptos; por lo tanto, impensable morir en dichas circunstancias para quienes no conciben el sentido de la vida fuera de esta realidad.
Tal vez a quienes no son creyentes, el martirio resulte incomprensible, pero es probable que Sócrates brinde, desde su tumba, con cicuta y celebre la fidelidad que tuvo San José Sánchez del Río al morir por sus ideas.
La vida de estas tres personas que se vieron atraídas y atrapadas por sus creencias, demuestran que la religión y la espiritualidad no es ni será un producto social y cultural anacrónico, sino que es una parte esencial, compleja y profunda del hambre de inmortalidad que no se sacia con paliativos terrenales.
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Te has preguntado alguna vez: ¿cuál es la religión más extraña del mundo? Una de ellas es el googlismo.