Las mentes más afectadas suelen ser las más creativas. Justamente, porque conocen por completo el sentir real de los personajes; conocen sus emocionales, la manera en la que transforma su pensamiento, sus crisis, sus avances y sus retrocesos.¿Quién mejor que una mente criminal para retratar de manera puntual y profunda el terror psicológico?
Ese es el caso de Edward Bunker, un personaje con una vida conflictiva desde un inicio; luego de que sus padres se divorciaran, él quedó en una especie de orfandad. Esto hizo que los sitios de asistencia e internados fueran los lugares donde creció.
La distorsión emocional surgió desde entonces. Comenzó con actos delictivos desde los 11 y a sus 17 —después de haber pasado de escuelas militares a reformatorios— fue recluido en la prisión de San Quintín. Al ser tan pequeño, ganó fama e inspiró temor entre sus compañeros. Salió y entró varias veces de la cárcel por reincidir en actos delictivos. Pese a su corta edad, se convirtió en uno de los criminales más buscados por la FBI.
La inquietud de su mente, fue evidente desde siempre. Eso ayudó a que, durante el tiempo que estuvo en la cárcel, una de sus obsesiones fuera leer por días enteros. Casi de manera natural —como sucede en la mayoría de los ávidos lectores— sintió la imperiosa necesidad de comenzar a escribir sus propias historias. Fue así como No hay bestia tan feroz vio la luz en 1973. Aunque antes de este texto Bunker ya había realizado otros escritos, esta fue el primero que se publicó. Fue entonces cuando su vida comenzó a dar un giro. Tras haber sido acusado de tráfico de drogas, robo de bancos, robo a mano armada, extorsión y más, la literatura ya había enclavado en él la idea de sobresalir, de llevar la creación hasta donde le fuera posible.
«Ya hacía mucho tiempo que había decidido, o reconocido, que o triunfaría como escritor o sería un proscrito. Al tomar una decisión tan inequívoca me marqué un camino de perseverancia y sólo gracias a esta determinación, a esta obstinación, salí adelante. Imaginen: una persona con la educación primaria sin terminar que deseaba ser un escritor serio y conseguirlo sin ayudas ni estímulos. (…)bHabría podido jugar mejor mis cartas, sin duda, y hay cosas de las que me avergüenzo, pero cuando me miro en el espejo me siento orgulloso de lo que soy. Los rasgos que me hicieron pelearme con el mundo son también los que me hicieron salir adelante» se lee en La educación de un ladrón, una novela autobiográfica donde expone las complejidades de una personalidad que nació desde las sombras.
Sin embargo, no hay mejor testimonio que su obra, para acercarnos a las profundidades de la mente de este escritor, mitad genio, mitad criminal. En un fragmento retomado por El País de La fábrica de animales pude leerse:
«Hace un año, la idea de causar daño físico a alguien, de herirlo gravemente, me producía repulsa. Pero después de vivir un año en un mundo en el que nadie dice nunca que matar esté mal, un lugar en el que prevalece la ley de la selva, me veo capaz de contemplar el ejercicio de la violencia sin perder siquiera la calma. La gente lleva miles de años matándose entre sí. Cuando yo vendía marihuana compartía básicamente los valores de esta sociedad, el bien y el mal, lo justo y lo injusto. La cárcel es una fábrica que produce animales humanos. Lo más probable es que salgas peor de lo que entras».
Le dio a la novela negra una voz auténtica, verdadera. Pero no sólo eso. Lejos de conformarse con las letras, incursionó en el cine; fue guionista, asesor y actor. Una de las apariciones más memorables, fue la que hizo en Perros de reserva, de Quentin Tarantino, donde interpretó a Mr. Blue. En la primer toma aparece en el fondo. Apenas es distinguible del resto de los personajes, pasa por un actor más.
¿Como alguien que nació en el abandono y que estuvo tan habituado al olvido pudo salir del círculo interminable de la violencia y los abusos?, ¿cómo es que puede existir una línea tan difusa entre la criminalidad y la genialidad? Quizá ha sido la propia sensibilidad de alguien que creció en la oscuridad la que haya hecho posible una interpretación tan natural. Finalmente, parece no haber otra manera en la que Tarantino pudiera realizar su mejor obra, si no hubiera tenido de primera mano la experiencia de vivir entre la decadencia y la creación.
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