Yo también he sentido desesperación. Me he sentido solo. Traté de pedirle al mundo que frenara. Me caí pero no sé si me levanté del todo. Quise ayuda. Pude ser una mejor persona. Recibí burlas injustificadas. Yo también fui Britney Spears en el 2007. En medio de una crisis que, lejos de ser comprendido por el resto del mundo, como ella, fui motivo de críticas y constantes burlas. La diferencia fue que en su caso dichas humillaciones iban desde menciones en populares programas de televisión, así como un mar de memes que en cualquier red social superaron al video que ese mismo año el bloguero Chris Crocker protagonizó y en el cual pedía que dejasen de molestar a la artista por su actuación en los MTV Video Music Awards.
Pensar en los estragos que su carrera musical provocó en Britney no se trata sólo de ir un par de meses atrás de su colapso nervioso en un centro comercial, mismo que la llevó a raparse por sí misma sin una explicación. En realidad es ir a sus inicios como cantante pop, poco antes de que “…Baby One More Time”, probablemente cuando sus padres la llevaron al set de The Mickey Mouse Club en 1992 para convertirse en “La Princesa del Pop”, un título que posiblemente a los 16 años aún no estaba lista para ostentar.
La presión de tener todos los ojos del planeta detrás de ella comenzó a generarle conflictos que con el tiempo comenzaron a volverse evidentes en forma de cambios de humor y actitudes de la cantante. Si bien llenaban de publicidad a la artista, no era esa clase de propaganda la que Britney necesitaba para continuar con su carrera como la dulce e inocente niña que conocimos en un canal de Disney. Sin embargo, después de sus constantes recaídas en los excesos y de los escándalos que no pararon de aparecer a partir de su figura, las cosas comenzaron a calmarse repentinamente.
De un momento a otro la estabilidad tanto de su carrera como de su vida personal fue mucho mayor, como si el incidente de 2007 nunca hubiese pasado y tanto la fama como la presión ejercidas sobre su figura hubiesen sido sólo otro mito creado por la prensa amarillista. Pero todo ello es un hecho, está documentado y nuestras mentes aún lo tienen presente. ¿Entonces qué es lo que la condujo a esa aparente paz que ahora puede verse en su vida? La respuesta la tienen su padre, Jamie Spears, y el abogado Andrew M. Wallet, quienes a partir de sus constantes crisis nerviosas apelaron que la cantante era incapaz de tomar decisiones, por lo que precisaba de un equipo que vigilase incluso las canciones que compraba en iTunes.
A pesar de que sus asesores han declarado en distintas ocasiones que esta especie de tutela por la corte es un hecho que ella misma ha aceptado y que, más importante aún, no se trata de un caso de explotación. Sin embargo, más de una personalidad ha declarado que Spears ya no necesita de esta vigilancia, entre ellos su exnovio David Lucado quien declaró que «Si alguien conociera a la verdadera Britney, sabría que preferiría ser recordada por la gran madre que es y no la artista que es. Además si alguien pudiera ver sus interacciones con sus hijos, sabrían que no hay necesidad de una tutela sobre la vida personal de Britney».
La cruda y triste verdad detrás de todo esto es que, a pesar de haber suficientes pruebas de que su estabilidad mental y sentimental es completamente normal, todo apunta al hecho de que la tutela continuará por un tiempo indefinido y es que considerando que su principal defensor gana alrededor de dos millones de dólares en honorarios, según lo asegura Elaine Renoire, presidenta de la National Association to Stop Guardian Abuse, la cuál declaró: «Mientras ella traiga tanto dinero y mientras los abogados y conservadores reciban su pago, hay pocos incentivos para terminarlo». De momento lo único que nos queda por decir es que todos seguimos siendo esa Britney, la de 2007 y la de siempre, atrapados en un caos que no nos comprende y que posiblemente ni siquiera nosotros lograremos entender.