Lucía Pérez tenía dieciséis años, era mujer y esa fue razón suficiente para drogarla, violarla y empalarla brutalmente hasta su muerte.
De acuerdo a la versión fiscal, el pasado octubre, en la ciudad de Mar de la Plata en Argentina, Lucía contactó a dos dealers para comprar marihuana. Ellos la invitaron a su casa y tras consumir enormes cantidades de cocaína y hierba, los hombres la violaron anal y vaginalmente utilizando un objeto obtuso, quizá un palo.
La lastimaron con tal violencia que murió a consecuencia de un reflejo vagal, muerte provocada por la estimulación intensa de alguna terminación nerviosa que disminuye la frecuencia cardiaca al grado de provocar un paro cardiorespiratorio.
En la escena del crimen la policía halló una “gran cantidad de preservativos” y “elementos de uso sexual”. La fiscal María Isabel Sánchez aseguró que jamás, a lo largo de su carrera, había presenciado algo similar, por tratarse de una “agresión inhumana”.
Los asesinos lavaron su cuerpo, le cambiaron la ropa y la llevaron a un centro de atención médica local, argumentando que se había desmayado por consumir tanta droga. Su caso desató una oleada de indignación, una campaña de sensibilización y un paro nacional contra la violencia de género en todas sus manifestaciones.
Dos meses después, el ocho de diciembre, la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires aprobó multar con mil 200 pesos mexicanos (mil pesos argentinos) para castigar el acoso callejero, manifestado en: “comentarios sexuales al cuerpo, fotografías no consentidas a partes íntimas y el contacto físico indebido.
En general, la medida pretende erradicar el hostigamiento, el maltrato y la intimidación, que “afecten en general la dignidad, la libertad, el libre tránsito y el derecho a la integridad física o moral de personas” y que sean provocadas por su condición de género, identidad u orientación sexual.
La nueva norma castiga todos los comentarios sexuales “directos e indirectos” al cuerpo, fotografías y grabaciones no consentidas a partes íntimas, contacto físico “indebido” y no consentido, persecución, arrinconamiento, exhibición y masturbación.
La aprobación de la ley causó polémica en redes sociales y provocó comentarios a favor de la misiva y abrió un debate sobre si las mujeres que acosan a los hombres también merecen castigo o si es una medida “exagerada”, que le da demasiado poder a las mujeres.
*Fuente: Twitter.
Según el Primer Índice Nacional de Violencia Machista del proyecto Argentina Cuenta la Violencia Machista, 97 por ciento de las argentinas han experimentado algún tipo de acoso callejero o en privado, el 79 por ciento fueron tocadas alguna vez en el transporte público y el 70 por ciento tuvieron miedo de ser violadas.
En las calles, el movimiento reza “A mi cuerpo no le interesa tu opinión” y a nivel legislativo fue impulsado por el legislador de la Ciudad de Buenos Aires Pablo Ferreyra, del frente electoral Alternativa Popular (coalición de jóvenes, militantes y organizaciones estudiantiles) con el objetivo de “prevenir y sancionar el acoso sexual, producido en espacios públicos o de acceso público”.
En el país sudamericano, el acoso es una práctica normalizada y es el primer paso de todas las manifestaciones violentas contra las mujeres: asesinatos, violaciones, empalamientos, violencia doméstica.
Hace dos años, el entonces alcalde de Buenos Aires (hoy Presidente del país) desató indignación entre la población al sentenciar que no podía haber nada “más lindo”, aunque vaya acompañado de una grosería, “que te digan qué lindo culo que tenés”.
Desde entonces, se inició un movimiento despreciando las prácticas machistas y la violencia de género.
El pasado 19 de octubre el colectivo de mujeres #NiUnaMenos, con presencia en muchos países latinos como México, Venezuela, Colombia y Guatemala, impulsó (en un hecho histórico) un paro nacional contra los feminicidios que durante todo el 2016 repuntaron, alcanzando cifras alarmantes.
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