La más clara muestra de nuestra evolución como especie son las herramientas que hemos desarrollado para poder adaptarnos y sobrevivir en nuestro medio. No obstante, estos sencillos utensilios que en el pasado podían parecer complejos (arco y flecha, caña de pescar) han sido sustituidos por sofisticadas máquinas y programas informáticos que nos permiten hacer cosas inimaginables: mejorar la estructura molecular de plantas y animales para nuestro beneficio, construir microchips capaces de procesar miles de datos, unir y adaptar sistemas externos al cuerpo humano que nos permiten sustituir partes del cuerpo o fortalecerlas. Pero junto con estas nuevas posibilidades también surgen nuevos cuestionamientos: ¿es ético que el humano haga evolucionar su propio cuerpo?
Actualmente existen laboratorios como el Centro de Extremidades Biónicas, el cual se encarga de investigar y desarrollar tecnología que ayuda a los minusválidos que han perdido extremidades o incluso órganos.
La tecnología que utilizan en estos centros de investigación va más allá de lo que implica hacer una simple pierna o brazo de madera con la cual cojearías toda tu vida. Las prótesis que los científicos de este centro desarrollan están diseñadas para insertarlas al hueso y conectarlas a cada músculo y tendón de la extremidad perdida para hacerlas funcionar como una parte “original”, o incluso más fuerte y resistente. Si hoy ya somos capaces de hacer cambios en la estructura fundamental del cuerpo y unir máquina y humano como si fueran uno mismo, debemos preguntarnos hacia dónde queremos evolucionar como seres humanos y llevar a la humanidad durante los próximos siglos.
“Imaginen una prótesis de oído que te permita oír conversaciones específicas a cientos de metros de distancia, que te permita grabar o escuchar 360º a tu alrededor a la perfección. Ese es el tipo de tecnología al que nos acercamos peligrosamente con el mercado de las prótesis”, aseguró Juan Enríquez, presidente y CEO de Biotechonomy LLC, una empresa de inversión e investigación en ciencias biológicas. Enríquez también sugiere que sin importar el rumbo que queramos tomar lo natural es que humanos y máquinas eventualmente nos unamos, de lo contrario, nuestro principal propósito, el que hasta el día de hoy nos mantiene vivos: sobrevivir nuestra propia extinción sería imposible.
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