El 31 de marzo de 1914 el mundo recibió al autor de la literatura que nadie puedo catalogar, ya sea por su lirismo o por su constante transformación, lo cierto es que este personaje dejó como legado infinitas y penetrantes letras; literatura que refleja su personalidad. Octavio Paz fue un poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano, Premio Nobel de Literatura de 1990, considerado como uno de los más grandes escritores del siglo XX.
El desarrollo literario del autor de El laberinto de la soledad se dio gracias a las diferentes experiencias que tuvo durante su vida: inicialmente, escribió textos en los que expresaba su preocupación social, hecho que se relaciona con la participación de su padre durante la Revolución Mexicana, más tarde, con sus estudios en las facultades de derecho, filosofía y letras, además de su constante participación como diplomático trabajando en las embajadas de India, Japón y Francia.
Sus letras inspiraron no solo a plumas más jóvenes, pues su influencia podría verse desde muchos ámbitos, uno de los mejores fue concebir la idea de concebir al lector como una especie de cómplice en la construcción de una obra, en lugar de escribir obra cerrada cuya plenitud la da el autor. Paz consiguió un lector activo, por lo tanto una obra abierta en el sentido de concebir una obra que exige que el lector participe no sólo como intérprete sino que haga una ruta propia. Partiendo de esto, muchos artistas plásticos vieron en el trabajo del poeta mexicano, la inspiración para crear sus obras.
Por esta razón, a partir del 20 de agosto, en el Palacio de Bellas Artes iniciará el montaje de la exposición sobre Octavio Paz y su relación con el arte, que es parte del homenaje por el centenario de su nacimiento.
La muestra que abre en septiembre incluirá obras escultóricas monumentales y piezas que hablan de su cercanía con el surrealismo, Duchamp, Rufino Tamayo, Robert Motherwell y Balthus.